AbelAbel Osmani amenizó con su cuatro venezolano las viviendas donde pesquisaba durante el último rebrote de la pandemia.

Hace un año atrás, la provincia Guantánamo mostraba altas cifras de contagiados de la COVID-19. Alrededor de 300 pacientes diariamente eran confirmados como portadores del virus que mantenía en cuarentena al país.

 

Era entonces la pesquisa activa una estrategia, de probada valía ante los rebrotes y para frenar al Sars-Cov-2 mediante la detección de casos positivos en la comunidad; ello garantizaba que las personas pudieran ser diagnosticadas y tratadas con rapidez.

 

Entre los guantanameros que iban de casa en casa cumpliendo la importante tarea estaba Abel Osmani Jones Ruiz, técnico medio en Fisioterapia y Rehabilitación del Policlínico norte Doctor Emilio Daudinot Bueno, quien vinculado al consultorio 26 de esa área de salud, pesquisaba a la población desde el 4 Norte hasta Serafín Sánchez y parte de la comunidad Casa de Piedra, en la ciudad de Guantánamo.

 

“Fueron jornadas muy tensas, la población ocultaba síntomas para no ingresarse, y las noticias diarias de contagios y muertes mantenían estresados a muchos, sobre todo las personas de la tercera edad”, rememora.

 

Las visitas a las viviendas para saber del estado de salud de las familias permitieron a Abel ir conociendo las particularidades de cada poblador, estados de ánimos, y hasta confraternizó con una abuela, quien pronto cumpliría cien años.

 

Cuenta que le prometió como regalo hacerle una serenata, pues cuando cumplió misión internacionalista en Venezuela en el 2018 se trajo un cuatro, instrumento musical que aprendió a tocar en el hermano país.

 

“Le canté desde la calle a la centenaria temas de la trova cubana, ella estaba muy feliz. Luego, mientras continuaba mi trabajo, la hija de una señora que padecía demencia senil me pidió que le tocara algo a su mamá, porque estaba triste. A ellas también les canté y seguí así pesquisando, incluso por pedido de algunos niños improvisé temas infantiles. Aquel gesto cambió, para bien mi relación con la comunidad”, recuerda.

 

Las siguientes jornadas estuvieron siempre acompañadas por el instrumento musical venezolano, convirtiéndose en una rutina diaria que todos esperaban, hasta con temas preseleccionados para el cantante-pesquisador.

 

“En medio de la difícil situación que atravesábamos por la propagación de la epidemia, la música era no sólo una aliada como medio de la comunicación interpersonal, sino un método terapéutico que potenciaba la fortaleza, el optimismo, la solidaridad y el amor al arte durante el confinamiento, permitiendo expandir melodías, junto a ideas y mensajes de salud”, detalla Jones Ruiz.

 

A partir de esa experiencia surge el proyecto comunitario Para Saludarte, que aúna, además de Abel, a organizaciones de masas, instituciones culturales, promotores de salud, instructores de arte, y sobre todo personas de la tercera edad.

 

Cada dos meses se reúnen en el 4 norte, entre Pedro A. Pérez y Calixto García para compartir junto al músico pesquisador, quien ahora cuenta con la colaboración de trabajadores de la Ludoteca Ismaelillo, profesores del Índer, la agrupación changüi Los Hermanos Vera, parejas de baile del proyecto Las tres Flores, y un grupo de niños bailadores del Norte Los cocos que tiene la promotora cultural Marbelis Cobas.

 

Entre boleros, feeling, baladas, sones y guarachas, Abel y su cuatro venezolano atrapan al público, en un ambiente donde también recitan y disfrutan de poemas, intercambian consejos para una mejor calidad de vida, siempre acompañados de la música cubana y universal, esa que contribuyó a alegrar el alma a muchos en tiempo de confinamiento por la pandemia, gracias a las melodías del artista-pesquisador.

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