1 MaribelPor su trayectoria profesional, Maribel ha sido homenajeada en incontables ocasiones.Maribel López Carcasés tiene muchas historias por contar, tantas como pudieran caber en medio siglo de actividad profesional dedicada al teatro de títeres. Bajo su impronta han hallado refugio y aprendizaje diversas generaciones de teatristas, quienes, como ella, encontraron en las tablas su estilo de vida.

 

Beber de su experiencia es acercarse a la génesis e historia del Guiñol guantanamero; contar, todavía, con sus enseñanzas y criterios, es privilegio de un pueblo que ha tenido la dicha de coincidir en tiempo y espacio con la madre de todo y de todos, si de actuación titiritesca se trata.

 

Hilos del destino

Maribel llegó al teatro en 1973, con 17 años, un matrimonio joven y una hija. Más que por placer, trabajar sobre las tablas entonces era una necesidad. "Cuando me mostraron los títeres, y las voces a interpretar, no me gustaron, pero tenía que dedicarme a algo", recuerda.

 

Entonces, el Guiñol, antes Teatro del Pueblo, pertenecía al Ministerio de Educación, y entre sus primeras presentaciones abundaron las de carácter pedagógico. "Éramos un grupo amplio y con ganas de hacer, a pesar de la poca preparación", rememora.

 

Cuando en 1976 el grupo se integró a la Dirección de Cultura, no todos sus miembros continuaron ejerciendo la profesión; algunos buscaron otras alternativas, pero no fue su caso, ya se "había enamorado del teatro y no podía dejarlo, aunque en otro puesto iba a tener mayor ganancia económica".

 

Su espíritu estudioso y alma inquieta le exigían la superación profesional como medio de avance y fuente de conocimiento, a pesar de que, según reconoce, este tema "en aquel momento era muy difícil, sobre todo, en el terreno artístico.

 

"Me gradué de instructora de arte en 1985, pero no me detuve. Una década después concluí la carrera de Filología, en la Universidad de Oriente, además de diversos cursos y talleres a lo largo de los años", cuenta.

 

Así, incursionó en otra faceta de su vida profesional: la pedagogía. "Siempre me gustó enseñar y, cuando empecé a tener herramientas para dar mejor las clases, me gustó mucho más. He sido profesora de gran parte de los instructores de arte en la especialidad de teatro en la provincia.

 

"Esto me abrió un universo diferente, e hizo posible que impartiera asignaturas que aparentemente no tenían que ver con el teatro, como Literatura Cubana y Apreciación Literaria, en la carrera de Estudios Socioculturales", recapitula.

 

"Quería ser bibliotecaria, pues siempre me gustó leer, pero desconocía mucho del mundo de la cultura. No tuve una formación desde niña en ese sentido", reconoce. Sin embargo, su constancia y dedicación la llevaron, incluso, a dirigir el Teatro Guiñol por muchos años, labor a la que consagró la mayor parte de su existencia.

 

Por su trayectoria ha sido homenajeada en incontables ocasiones, tantas, que bromea al decir que "buscará un nuevo sitio donde colgar los reconocimientos", y no es para menos. El Premio Nacional de las Artes Escénicas Omar Valdés; la Medalla por la Cultura Cubana; la estatuilla La Fama, y la Distinción Hermandad, guantanameras por excelencia, son solo algunos de los lauros que testifican a su favor sobre su entrega al espectáculo de marionetas.

 

El retablo de los sueños

 

"Nunca pensé ser directora. Había que asumir el cargo, y empecé mis tanteos en el mundo de la dirección artística, casi sin experiencia. Era desconocido para mí, pero la responsabilidad se impuso", evoca.

 

En ese tiempo, "el teatro de títeres era el arte más subestimado del país. Ganábamos menos, era ‘acusado’ de facilista, bajo la excusa de ser para niños. Lo creían un arte menor, pero con el tiempo demostramos que no era así, al posicionar al Guiñol entre los grupos de vanguardia nacional a nivel artístico.

 

"Eso ha sido fruto del esfuerzo. Muchos me preguntan cómo es posible que 'esté en todo', y es que me propuse que el Guiñol se diera a conocer, siempre desde nuestra ciudad", comenta.

 

La Cruzada Teatral Guantánamo-Baracoa es también parte de su legado. "Esta es la gran oportunidad que tiene el grupo de ser visitado por agrupaciones referentes y personalidades nacionales y foráneas, además de extender el arte a otras zonas del territorio. La Cruzada nos permitió, debido a la presencia de especialistas del Consejo Nacional, insertarnos en gran parte de los eventos que se realizan en el país.

 

"Así coincidimos con Armando Morales Riverón, a quien considero nuestro maestro mayor. No solo participaba en la Cruzada, sino que cada día con él era una conferencia teatral, cada palabra tenía un valor incalculable. Él se enamoró del trabajo que ya teníamos, y empezamos a trabajar juntos. De esa unión salieron cuatro montajes", explica.

 

Maribel está satisfecha con su labor al frente de la dirección del teatro. "El Guiñol nunca ha dejado de estrenar, de tener un público fiel, a pesar de haber estado 11 años sin sede, de paso por los lugares donde nos permitían trabajar.

 

"Todo cuanto he podido hacer y enseñar ha construido parte de la historia del teatro de títeres en la provincia y ha mostrado mi compromiso con la ciudad, con los niños.

 

"El grupo fabrica los muñecos, vestuarios, el trabajo artesanal que conlleva la puesta en escena, al mismo tiempo que da funciones, ensaya y estrena. Ha sido un trabajo arduo, de mucha entrega y amor, al que he dedicado los mejores años de mi vida", comparte.

Maribel trabajo titeres"El teatro de títeres es responsable de la formación de valores en las nuevas generaciones", comenta Maribel.

Del teatro y otros anhelos

 

"Todo arte, como fuente de ocio y alimento espiritual, es necesario para el ser humano", dice Maribel, quien se confiesa agradecida por la risa y el aplauso de los niños al terminar cada función. Comenta que "no hay dinero capaz de pagar la emoción de ese instante", incentivo para seguir apostando por la profesión que tan feliz la ha hecho.

 

"El teatro de títeres para niños, como síntesis de todas las manifestaciones, permite una apreciación diferente de la vida. Por eso es tan vital, porque según escuela y familia educan, nos toca a nosotros, desde los títeres y con los títeres, inculcar esos valores que necesitamos en las nuevas generaciones", expone.

 

El arte de las tablas siempre ha sido muy artesanal, tradicional. Sin embargo, es imprescindible "adaptarse a lo novedoso, para no quedarse atrás. Hay que abrirse ante innovaciones, no amedrentarse por carencias, y prepararse, pues siempre hay nuevas cosas pendientes por aprender".

 

En ese ámbito desafiante para casi todo lo milenario en la sociedad, como es el teatro de títeres, la carrera con la tecnología tiene un rol primordial. "La esencia del títere está en la vida, el contacto, la búsqueda y la entrega del titiritero al muñeco, por lo tanto, la tecnología ayuda, pero no es fundamental. Hay que aprender a coexistir con ella", aconseja.

 

De retos y dificultades también está cargado el camino. "A veces temo un poco por la continuidad de nuestra labor en la provincia. La migración de los jóvenes ha afectado a muchos de los sectores de la sociedad, porque precisamente en ellos está el futuro.

 

"A mi edad, ver cómo formas e instruyes generaciones que terminan emigrando es doloroso, pero confío en que aparezcan otras que se enamoren tal y como lo hicimos nosotros, para que el teatro en Guantánamo perdure", admite.

 

"Ya no tengo la misma vitalidad de antes, y aunque me mantengo activa, se siente el paso del tiempo. Hay personas increíbles que, a pesar del esfuerzo, pasan de incógnito por la vida, y me llena de regocijo saber que no es mi caso, que me tienen presente en cada aniversario, que soy todavía una persona escuchada: es de las cosas más importantes cuando celebras cinco décadas amando tu profesión", testifica finalmente.

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