Sofía Pomari1Sofía Pomari en cada presentación crea una mezcla de sensaciones entre el público que la escucha emocionado.Sofía Pomari es un personaje bastante peculiar. Una vez que la observas, no puedes apartar la mirada de sus vestimentas holgadas, pelo desordenado, piel tostada por el sol del Caribe y una de las sonrisas más sinceras y contagiosas que he visto.

Camina por la ciudad de Guantánamo con su guitarra al hombro, lista para complacer a alguien con una canción, siempre de su autoría, y alegrando el paso a todo aquel transeúnte que tenga la suerte de intercambiar algunas palabras con ella.

Fue durante la reciente Jornada de la Canción Política que la conocí. Aquella noche, al entrar en la sede del Cafetánamo, en el patio de la compañía Danza Fragmentada, acompañada de varios trovadores, todos se preguntaban quién era aquella muchacha rubia, con dreadlocks, tatuajes y que con un acento peculiar decía palabras de nuestra jerga diaria como “asere, qué bolá”, “saludos, compay” o el famoso “nagüe” que tanto nos caracteriza.

Cuando la oí cantar por vez primera, la energía me inundó. Ella me dice que no es buena guitarrista, pero cantar es lo que más le gusta en la vida. Si con una canción de dos acordes emocionó a un público numeroso, no me imagino de lo que fuera capaz si su habilidad en la guitarra fuera mayor. Luego de su presentación, Sofía dialoga de manera informal conmigo. La noto un tanto nerviosa cuando enciendo la grabadora durante la conversación. Aun así, es capaz de revolverse los cabellos, mirarme fijo a los ojos y decir “Vamo´p’allá”.

“Yo nací en Italia, en la provincia de Verona. Allá la gente es muy fría, diferente a las de aquí. Siempre me caractericé por tener un sentimiento de libertad y naturalidad. Si estaba en una habitación y miraba por una ventana que el sol brillaba bien bonito en las afueras, o que había una flor que me gustaría fotografiar, simplemente salía a disfrutar de eso. Creo que por ese motivo nunca me llevé bien con las aulas y tampoco terminé la escuela, a pesar de tener siempre buenas notas.

“Mi familia es algo que valoro mucho. Los llevo siempre en el pensamiento y corazón. Mi madre es maestra y mi papá es… un tanto loco, un día se dedica a la sicología, al otro es mecánico o escritor; nunca sabes con qué saldrá, creo que me parezco mucho a él. También está mi hermano, que es sicólogo y trabaja especialmente con niños. Yo lo quiero mucho, al igual que a mis abuelos.

“Sobre mis viajes… creo que desde niña tenía ese impulso de salir y coger el camino. Mi madre siempre cuenta que cuando yo tenía cuatro o cinco años, preparé una mochila con alimentos, agua, ropa, y le dije que me iba a viajar, que volvía en un tiempo. Ella, asombrada y risueña, me acompañó hasta la puerta y me dijo que me cuidara. En ese tiempo nosotros vivíamos en una casita en el campo, muy alejados de la ciudad, y yo estaba acostumbrada a jugar en los alrededores, así que no corría peligro.

“Mamá pensaba que lo que yo decía era que iba a estar cerca de la casa, por eso cuando me vio coger por la carretera y perderme en la distancia, arrancó a correr tras de mí. Lo único que yo podía ver era campo y la carretera infinita que se extendía hasta el horizonte, por eso regresé con mamá para la casa. Estaba muy decepcionada con mi primer intento de viaje.

“Años más tarde nos mudamos a la ciudad y conocí una realidad diferente. Nunca me ha gustado el contacto con la tecnología, salvo lo necesario para comunicarnos. Por eso, al conocer en la urbe a personas de mi edad que preferían pasarse horas frente a una pantalla en vez de tener contacto con los demás cara a cara, me chocaba mucho. En la escuela tenía problemas con los profesores, debido a mis impulsos de salir a coger aire puro y disfrutar de una linda mañana. No era nada personal. A veces mis amigos me preguntaban cómo era capaz de ser como soy y sacar buenas notas. Yo aún no me lo explico”.

¿Cuándo sales de Italia y empiezas a viajar por Latinoamérica?

Era el año 2016, tenía 21 años y decidí que la vida que llevaba en Verona no era la que quería. Así que con una pequeña cantidad de dinero compré un pasaje de avión y fui a parar a Perú, un país hermoso donde hice cientos de amistades que me acogieron y cuidaron. Ahí con ellos me compré mi guitarra y aprendí a tocar lo básico.

Mi intención siempre fue la de irme para Argentina. Me encanta ese país, su cultura, artistas, comida y geografía. Soñaba con atravesar la Patagonia y terminar mi trayecto en el extremo del Cono Sur, visitar las Malvinas y seguir conociendo más sobre este pedazo de tierra tan mágico que se llama Latinoamérica. Hasta el día de hoy no he llegado a Argentina. Siempre ocurre algo o conozco a alguien que me guía por otros derroteros. De Perú me fui a México, y de ahí para La Habana, Cuba. Ya tenía cerca de dos años viajando.

¿Qué hacías durante ese tiempo?

Lo mismo tocaba guitarra en las calles, que hacía espectáculos con malabares y pirotecnia, que vendía los cuadros de pintura que mis amigos creaban. A veces conseguía trabajo en algún local y tenía cierta estabilidad durante par de meses. Con eso me sentía bien, reunía un dinero y preparaba para mi próximo viaje.

Sobre Cuba…

He venido dos veces. La primera fue en 2018, me fui antes de que llegara la pandemia de la COVID-19, y regresé ahora. Algo especial me une a este país. Es el único lugar en el mundo en que una paz te envuelve por las calles. Puedes andar sin miedo por las noches y ver a los niños jugar hasta tarde. Aquí eso es muy normal, pero en mi tierra no se ve nada de eso.

Algo que me marcó mucho fue montarme en un bus, lo que ustedes llaman guagua, y creer que aquí todo el mundo se conocía de toda la vida, porque conversaban de manera deliberada sobre cualquier tema. Entonces un amigo me explicó que los cubanos son así de cálidos entre ellos y eso me dejó súper asombrada. Allá en Italia las personas andan por la calle y no se saludan. No tienen ese sentimiento de fraternidad entre ellos. Lo mismo pasa ahora: tú y yo, sentados en un parque a las 10:00 de la noche, conversando con total desenfado a pesar de habernos conocido formalmente ayer, y tranquilos porque no nos va a pasar nada malo.

Si en Italia me decían loca por ser como soy, en Cuba soy una más que saluda y abraza a sus amigos de manera natural. Lo mismo estoy en un teatro, que a los cinco minutos estoy bailando conga en la calle, o cantando en un café para más personas. Estas son cosas que no dejan de asombrarme.

Mencionaste que te gustaba mucho cantar, incluso más que la guitarra. ¿A qué edad te interesaste por el canto?

Desde que tengo memoria estoy cantando. Cuando era pequeña lo hacia para mi familia y en el colegio también. Vivía entonando alguna canción que me gustara y a veces resultaba ser obstinante. Recuerdo con cariño a mi hermano, que siempre estaba estudiando, y salía corriendo detrás de mí para que me callara de una vez. No lo dejaba concentrarse. Esa era una escena diaria de mi infancia y de las que más añoro.

¿Cómo defines a Sofía?

Sofi, como me dice la mayoría, y que para ellos también soy una “loca” por así decirlo, creció en una sociedad en la que las personas persiguen cosas que para nada concuerdan con mi manera y forma de ver la vida. Es algo que me distorsionaba y aún lo hace. Eso de renunciar a tus derechos y libertades por hacer algo que no va acorde con tus principios es algo que detesto.

Actualmente estoy consciente de que para muchos mi estilo de vida está al margen de la sociedad, pero tengo la suerte de tener una identidad muy personal, con una independencia de pensamiento y estoy orgullosa de ello. Tengo total claridad de que soy una persona que vive con los pies en el camino, canto en las calles, a veces he dormido en ella y eso no me amilana a la hora de seguir adelante.

Yo no estoy loca ni soy rara (ríe mientras lo dice), al contrario, estoy tan cuerda como el que más, pero vivir así es algo que elegí por decisión propia. La mayoría, incluida mi familia, no me entiende, porque es algo que se sale del esquema de lo que creemos “normal”, de lo que supuestamente está establecido, y yo solo defiendo mi identidad en un mundo demasiado materialista donde vivimos bombardeados de información banal, y los sueños dentro de las personas escasean.

Quizás por eso veo a Cuba como un oasis en medio de tanta sequía y arena. A este país lo percibo como un lugar verdadero, más allá de los conflictos que existan, que no está contaminado de lo mundano que habita más allá del mar Caribe y el océano Atlántico; no me siento sola aquí, la verdad.

¿Cuáles serán los próximos pasos de Sofi?

Mañana mismo salgo para Santiago de Cuba. Siéndote sincera, no sé siquiera dónde voy a quedarme, por eso me voy en la madrugada para que me dé tiempo a caminar y buscar algún lugar. Pienso conocer la ciudad y gente nueva, dicen que el movimiento de la trova es muy fuerte por allá, estoy emocionada por eso.

Más adelante espero seguir el camino hacia Granma, Holguín, e ir conociendo más sobre Cuba. No sé lo que me depare el destino. Eso se lo dejo a él. De momento seguiré viviendo como lo he hecho hasta ahora, feliz.

 

 

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