Rill siempre llevaba alegría a sus compañeros del departamento de diseño.Levanté el teléfono y del otro lado llegó la noticia: Eduardo Rill Suárez, o simplemente Rill, como le llamábamos en la redacción de Venceremos, había fallecido.
Sentí apretado el pecho, como ocurre cuando sabes que gente buena o cercana se despide hasta siempre, y lo primero que vino a mi memoria no fueron estos largos meses en que batalló por su vida contra el cáncer, sino su risa fuerte, la que podía recorrer las paredes de casi todo el periódico descubriendo el efecto de alguna broma o chiste, esos que nunca faltan en el departamento de diseño. Le recuerdo más veces con una sonrisa en el rostro, que serio o disgustado.
Físicamente ya no estará, pero estoy convencido que muchos de los que le conocimos humana y profesionalmente, siempre recordaremos su responsabilidad; su transparencia para denunciar lo que andaba mal, exigir sus derechos o aportar una idea; y su dedicación, esa que hacía que se montara en la bicicleta y pedaleara casi todos los días desde el Reparto Caribe hasta la sede de medio, al otro lado de la ciudad.
Su entrada al periódico ante la llegada sobre el año 2000 de las primeas computadoras -junto a su buen colega Alejandro Montoya-, lo convirtió en pionero de la digitalización del medio, que encontró en él a uno de sus más destacados trabajadores, como quedó refrendado en muchísimas selecciones sindicales, y a un diseñador que mucho tiene que ver con la visualidad actual de la versión impresa y su suplemento.
Recibiendo uno de sus tantos reconocimientos como trabajador destacado en Venceremos.
Su amor por Venceremos tiene muchas evidencias, pero para mí la mayor, fue como en los últimos meses, cuando ya su salud iba en deterioro, no dejaba de aprovechar le mínima oportunidad para llegar a la redacción por sorpresa y compartir área por área con los viejos y nuevos compañeros.
En la noche de este 24 de enero Rill dijo adiós a los 62 años. Se nos fue, pero junto a su huella en la actual imagen del periódico y del ejemplo como profesional, me quedo con la risa rítmica, sin complejos y sincera con la que contagiaba de alegría a todo el que visitaba el departamento de diseño.
EPD
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