Nardo Hodelín SerranoLos pacientes mexicanos se benefician de la pericia y experiencia del enfermero cubano.Se fue. Dejó a su familia, a sus compañeros de piso que a veces lo llamaban ante venas y enfermos difíciles. A sus pacientes regulares, como esa señora que pasó meses en la sala de Terapia Intermedia y a quien un día tuve al lado, llamándolo a gritos.

Porque ella, la enferma, solo quería dejarse “tocar” por aquel enfermero, y no entendía razones. Y por tocar, entiéndase buscarle las venas cansadas, estresadas, echadas a correr carne adentro, agazapadas, “creyéndose” a salvo de las jeringas y agujas que penetraban buscando una vía para los medicamentos urgentes.

Ella gritaba y la enfermera de turno corría. Joven. Voluntariosa. Pero la paciente quería a Nardo Hodelín Serrano y sus “buenas manos”; así que este aparecía, desde otra sala, responsabilidades y urgencias. “Con calma, tranquila”, le decía a la demandante, y palpaba, centímetro a centímetro, aquellos brazos de moretones infinitos.

Seguía el hilo de la vena, se cercioraba y estaba hecho: la vía intravenosa lista para dar paso a los antibióticos, a las medicinas para el dolor, para lo indispensable, hasta la próxima vez que la terquedad, los movimientos bruscos, el tiempo, movieran todo de su sitio.

Nardo para aquí y Nardo para allá. Y para donde lo llamaban iba. Se movía rápido, sin quejarse, con su uniforme impecable y sus zapatos blanquísimos.

“Es muy bueno”, me decían las colegas que lo recibían de abrazos, besos y cuentos que no llegaban a escucharse desde las camas convalecientes, pero sí dejaban risas ligeras jugueteando en aquel ambiente casi siempre grave…, y así lo repetían los pacientes y sus familiares, los míos incluidos.

El caso es que se fue, voluntariamente, en una de las primeras brigadas Henry Reeve con que Cuba respondió a la pandemia del nuevo coronavirus -actualmente, ese contingente especializado en situaciones de desastres y graves epidemias sirve en 26 países, con más de 2 mil 600 profesionales de la Medicina organizados en 34 brigadas.

Yo pensaba que había partido hacia la Bella Italia, y empecé a preparar preguntas sobre la cuna del arte más bello del mundo, las dificultades con el idioma, hasta que él me aclaró que su destino era México.

Solicité una entrevista con toda regla y aceptó gustoso. Mandé varias preguntas -quizás demasiadas- y esperé. Insistí, ante su silencio, mientras seguía suNardo Hodelín Serrano 1 trayectoria de fotos tiradas al azar, a la que los amigos y otros, como yo, respondíamos casi siempre con el cuídate obligatorio de estos días.

Un par de veces, me rogó lo disculpara. “En cuanto tenga un tiempo respondo…”, pero yo sabía. Sé que el enfermero es la mano ejecutante de lo que manda el médico, y todo cuanto ellos (as) saben necesario para aliviar cuerpos y almas, a veces el algodón mojado sobre la boca, las pertenencias en orden, la colcha sobre los pies fríos.

Y así, sin palabras, fui tratando de responder a las preguntas fundamentales.

Lo noto bien y con el ánimo de siempre, como lo veía, así estuviera entregando la guardia del día anterior en el Hospital General Docente Agostinho Neto. Posando, vestido de trabajo, junto a otros cubanos de nasobucos y sobrebatas antes de entrar a uno de los turnos de la Terapia Intensiva, cara a cara con los enfermos de COVID-19 de la patria azteca.

En la que es “su casa” por ahora, en una postura cómoda, saludando con las manos o con una sonrisa leve, en los horarios de descanso, o parado frente a un enorme ómnibus con un letrero donde se lee, arriba: “Nos movemos por los héroes”.

Sé de la bebida caliente antes de cada turno. Un líquido espumoso que exprime una máquina de Nescafé Dolce Gusto, una empresa internacional que ahora anuncia, con el corazón bien plantado en la patria de Benito Juárez, en una de sus tarimas, bajo un galpón oscuro: “De corazón, gracias, nosotros invitamos al café”.

Lo sigo cada día y lo veo. Casi siempre vestido de trabajo. De ida o de regreso. Tranquilo, dispuesto. De vez en cuando, en vez de fotos, sube a las redes una imagen que quiere ser un ruego de protección a Oshún -la deidad yoruba que el esclavo africano derivó de la cristiana Virgen María-, y a la cual, parece, es devoto.

Hay mucho espacio en blanco, lo sé, querido lector. Pero algo me queda claro y, a la luz de estos días aciagos es lo más importante: quienquiera que sea su paciente, estará en buenas manos.

Comentarios   

0 #1 Enma 16-06-2020 14:39
Cuando veo estas cosas que nos inculco nuestro comandante en jefe FIDEL CASTRO RUZ sobre el concepto Revolución esta demas repetirlo de verdad que las lagrimas ruedan en mi mejillas de alegria y orgullo a mi CUBA bella del personal de salud que actua como debe de ser sobre el humanismo hacia todos los seres del mundo , mas amo a mi patria de verdad que ni palabras tengo para expresar lo que siento solo digo a toda voz que s eme hace un nudo en la garganta de sentimiento cubana peor orgullosa estoy de que damos la mano al mundo entero porque somos cubanos y porque estamos formado asi como nos enseño nuestro Fidel a este enfermero con tanta responsabilidad dios lo bendiga a el y a todos trabajo en la direccion Provincial de Salud de guantanamo uns aludo fraternal a todos por alla
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