AselaAsela Muñoz.La historia de Asela Muñoz Columbié es una de sueños y vidas cumplidas, de renacimientos nacidos de sus manos, de segundas oportunidades, de repartir el conocimiento que, para ella -y lo dice con toda la sapiencia que una mujer inteligente puede acopiar en 97 años-, “es la sal de la vida”.

Su vida, lo reconoce ahora, pudo haber sido otra, como diferente era para las niñas según la usanza de su tiempo. Pero ella quiso estudiar, ella insistió, quería ser maestra… Se lo dijo a sus padres, ella ama de casa, él barbero, pero con ansias de más para los hijos. Y pudo.

Empezó a dar clases en 1949, incluso antes de titularse como maestra. Y con los 50 pesos que ganaba en la escuela Enrique José Varona, entonces privada, se costeó las clases de magisterio en la Universidad de La Habana, “donde había que pagar desde la matrícula hasta los exámenes”.

Se graduó el 12 de mayo de 1955, y se mantuvo en la Varona. En eso, llegó la Revolución y el llamado de Fidel Castro a alfabetizar, “una idea tremenda, porque en aquel momento para saber había que pagar, y no siempre se podía, así que uno se encontraba mucha gente que ni siquiera podía escribir su firma”.

Y a alfabetizar se fue, junto a cientos de muchachos y muchachas imberbes, como maestra ya y aún con familia en casa. “Me tocó irme a Ermita, en Costa Rica, y allí alfabeticé a cinco familias. También en la ciudad de Guantánamo enseñé a leer y escribir a un hombre, a una mujer y un tío mío, mucho mayor que yo”.

Después, me dice, todo el mundo quería estudiar, pero al inicio fue duro. “Hubo quien se resistía a aprender…, hasta que lo lograba, podía leer y era capaz de escribir. Entonces te abrazaban y te daban las gracias, a mí como maestra, y a Fidel y la Revolución porque me habían llevado hasta allí”.

Lo más lindo de aquella campaña para usted, le pregunto, y rebusca en su memoria que recuerda fechas, nombres, direcciones, detalles de mucho antes de que nacieran mis padres: “Lo más hermoso es que todas las personas que fui a alfabetizar aprendieron. Es lo más grande”.

A la Campaña, que este año cumple 59 años, le siguió la vida. El regreso a Guantánamo, la ida luego a una escuela de Ermita, embarazada de uno de sus cuatro hijos. El regreso a Guantánamo, frente a un aula siempre, la mayor parte del tiempo, de adultos…, hasta que la pasión y la presión dejaron de llevarse bien, y se jubiló por enfermedad, tras tres décadas de magisterio.

“Los niños eran maravillosos, pero en mis tiempos la educación de los adultos era fundamental. Yo fui esa segunda oportunidad para muchas personas que vieron la posibilidad de estudiar con el triunfo del primero de enero de 1959. Porque Fidel primero quiso alfabetizar, luego que las personas llegaran a sexto grado, luego a noveno…, y que después de eso, pudieran seguir hasta la Universidad”.

Guarda en su memoria historias tremendas de aquellos alumnos de su tamaño. “Tuve una enfermera que trabajaba todos los días, y en las noches iba a la Facultad César Escalante, en las aulas de la ESBÚ Rafael Orejón, a estudiar. Hoy es la doctora Zenaida Verdecia”.

Hay muchos más. Que la veían salir y la reconocían, elegante siempre, con la hidalguía sin poses de quien lo ha dado todo…, y la llamaban. “Formamos a profesores, ingenieros, médicos…, toda esa fuerza profesional que llevó adelante el país en los primeros años de la Revolución”.

Mientras, en casa, fue faro de guía para las generaciones siguientes: “Cuatro hijos, seis nietos, y todos estudiaron. ¿Se imagina qué orgullo, periodista?”, me dice y hablando de orgullo la hago mirar su vida.

“Yo cumplí mi sueño de ser maestra, di clases como quería, todo el tiempo que pude, y nunca he dejado de serlo. Jubilada, repasé a mis hijos, mis nietos y sus amigos; luego enseñé en el círculo de abuelos, y ahora que no puedo ir, sigo haciéndolo en casa, rectificando al que sea que se pare al lado y diga algo que no es”, y sonríe.

“Estoy orgullosa de todo, de ser maestra y alfabetizadora, porque había que vivir aquellos tiempos y ver los de ahora para entender la diferencia que hace un maestro, la importancia de que el pueblo aprenda y con ese conocimiento se defienda en la vida, crezca... Ese fue el sueño de Fidel, y como el mío, se cumplió”.

Comentarios   

0 #1 Jorge Cabrales 23-12-2020 23:04
Orgulloso de haber estado en el vientre de Asela Muñoz, mi madre, mientras alfabetizaba por los campos de Ermita. Donde gané una Madrina, la Sra. Blanca Iribar. En la casa de la familia que ayudó a mi madre a realizar sus tareas de Alfabetización en aquella zona. Agradecido a Venceremos por este merecido homenaje.
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