Mónica habla sin prejuicios. Su historia puede ser la de muchas víctimas de la violencia de género, un mal que sacude a cualquier familia. Bien lo conoce ella.
“Éramos un matrimonio feliz con más de 20 años de casados, muy unidos y en excelente armonía. Él, buen padre, y esposo. Compartíamos las labores del hogar, nos complementábamos. Habíamos formado un hogar seguro para nuestros hijos.
“Yo era muy delgada, y cuando empecé a aumentar de peso, observé sus primeros cambios, me percaté de que tenía trastorno de personalidad, pero como yo soy sicóloga pensé que lo podía ‘manejar’ y no tendría por qué escapárseme de las manos, como en efecto, pasaron muchos años sin que sucediera nada.
“Un día tuve la posibilidad de salir a cumplir misión internacionalista en Angola, y como la familia unida que éramos, nos sentamos a analizar la propuesta, quería la opinión de él y la de mis hijos. Aceptaron y, a partir de ahí, iniciaron los cambios más radicales en mi esposo.
“Empezó a escribirme unos correos rarísimos, y cuando regresé, al año, en las primeras vacaciones, noté que ya no era el mismo. Coincidió también, entonces, el hecho de permanecer con mi mamá, por haber sufrido un accidente automovilístico que la mantenía postrada, y él no entendía o no quería entender que luego de un año distante, ahora pasara más tiempo con mi madre que con él.
“Eran los primeros días de mi llegada, y aún no me acostumbraba al cambio de horario. Él exigía que le cocinara, lo atendiera y estuviera solo para él, ahí empezaron las discusiones, y los empujones. Yo me fui para la casa de mi mamá esa noche, porque estaba muy agresivo."
“Esos comportamientos fueron muy frecuentes en el mes en que permanecí de vacaciones en Cuba, eran incontrolables y me disgustaron mucho. Antes de irme para Angola inicié los trámites del divorcio, para ponerle fin a toda aquella amargura, y supe que se puso aún más furioso con la noticia, y empezó a acosarme llamándome a cualquier hora.
“En medio de ese proceso me pidió quedarse en la casa porque no tenía donde vivir. Era el padre de mis hijos, no quise dejarlo en la calle y acepté. Cuando regresé noté que siempre ponía su colchón frente a la puerta de mi cuarto, al parecer, para saber si yo salía de noche. Era muy difícil, la verdad, y tuve que pedirle que se fuera y me dejara tranquila.
“Me dijo que se marcharía, que le diera unos días…, lo que nunca imaginé era que estaba planificando algo monstruoso. Aprovechó un día que estuvimos solos, pasó pestillo a la puerta y me golpeó con un tubo tan fuerte que quedé inconsciente.
“Lo peor de todo ocurrió cuando lo acusé por tentativa de asesinato. Fui muy criticada por muchísimas personas, porque decían que cómo yo le iba a hacer eso al padre de mis hijos. No entendí nunca cómo era posible que me juzgasen sin tener en cuenta que la víctima era yo, que quien pudo haber muerto ese día era Mónica”.
La historia de Mónica no es un caso aislado, esas vivencias se repiten en Cuba, en el mundo…, existen en silencio y no pocas veces el desenlace es de la forma más terrible imaginada.
“Y eso es lo más doloroso, cuando una mujer muere por culpa de un maltratador, a veces por temor a denunciarlo o al qué dirán” -afirma Mónica, quien hoy, desde una de las Casas de Orientación a las Mujeres y las Familias, en Guantánamo, brinda sus conocimientos y experiencias a otras que, como ella, son o fueron maltratadas.
“Estoy muy orgullosa del trabajo que realizo en la Casa, pues contribuyo a atender esa problemática que, en ocasiones, pasa inadvertida. Mucho nos falta por hacer para concienciar a la gente de que la violencia doméstica es un problema.
“A muchas víctimas les cuesta trabajo denunciar, porque erróneamente consideran que acudir a las autoridades puede provocarles problemas mayores o agravar la propia violencia a las que están sometidas, pero la realidad es que denunciar es la principal forma para romper esas cadenas”, explica Mónica.
¿Qué dicen los expertos?
Lo primero que hay que entender es que la violencia es una expresión de poder, la persona X se siente con la potestad de violentar a la otra, asegura la Doctora en Ciencias de la Educación Meglis Rivero Favier, presidenta de la Cátedra de la Mujer en la Universidad de Guantánamo (UG) y delegada al XI Congreso de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC).
“Estos comportamientos son resultado de una sociedad patriarcal, hegemónica, y en la que se han naturalizado expresiones o conductas que afectan tanto a mujeres como hombres, y pueden venir de uno u otro sexos. Es, sobre todo, un hecho cultural que no solamente se expresa con golpes”, detalla la experta.
“También la propia sociedad incide en su reproducción, cuando por ejemplo se exige que los hombres no deben llorar, o que las mujeres deben estar en el hogar lavando, limpiando y cuidando a los niños. Todo responde a concepciones que definen, erróneamente, cómo deben ser las mujeres o los hombres.
“Otro problema social aparece cuando se estereotipan ciertas conductas, por ejemplo la idea de que las mujeres con bajo nivel educacional o con menos preparación suelen ser más violentadas, igual pasa con los hombres, que se dice que quienes violentan son los que tienen menor nivel cultural”, acota.
La doctora considera que el tema de la violencia en la pareja debe dejar de ser visto como un problema privado, porque no lo es, y de ahí hay que partir para erradicarla, con un especial trabajo desde la comunidad en la prevención y atención de esos hechos, ya que estamos ante un problema social, de salud, de vulneración de derechos.
“La prevención tiene una profunda parte educativa para dejar de ver como normal el maltrato. De hecho, en la UG impartimos programas para ayudar a esa transformación con contenidos, por ejemplo, de género y educación, pero el trabajo debe ser intersectorial. Hay instituciones fundamentales para ello: la Fiscalía, la Casa de Orientación a las Mujeres y las Familias, la Policía Nacional Revolucionaria y Medicina Legal.
“Es una batalla que debe tener también la articulación más efectiva de los servicios de atención a las víctimas, ganar en mejor capacitación del personal de Salud, de Educación, de la Policía… Lograr una educación integral de la sexualidad que derrumbe estereotipos de género, dentro y fuera de las escuelas, centros de trabajo, hogares...”.
“Solo a partir de un trabajo integrado, sistemático, profundo y científicamente validado es posible erradicar paulatinamente este mal que afecta a toda la sociedad”, concluye la experta.
No callar la violencia
Cuba prioriza en su agenda cotidiana hacer frente al flagelo de la violencia de género, así queda expresado en el Programa Nacional para el Adelanto de las Mujeres (PAM), que establece la necesidad de profundizar en los factores objetivos y subjetivos que, como expresiones de discriminación, persisten en la sociedad cubana y obstaculizan un mayor progreso de ellas en lo económico, político, social y familiar.
Alídice Gené Sierra, secretaria general de la Federación de Mujeres Cubanas, explica que el PAM dinamiza la estrategia íntegra para la prevención y atención a la violencia de género en el escenario familiar, diseñado de conjunto con un grupo de entidades y factores que trabajan para atender este tema.
“Al igual que todo el país, nos insertamos en campañas de sensibilización, como Evoluciona, Juntas, y se habilitó la Línea única 103 para atender a las víctimas, además, en las comunidades se desarrollan los diálogos Por familias libres de violencia, los encuentros Voces de mujeres por la no violencia y los días 25 de cada mes realizamos los denominados Días Naranja, de denuncia contra la violencia”.
Subraya que en el territorio existen 11 consejerías para el tratamiento a las víctimas de violencia de género, las cuales están accesibles en las Casas de Orientación a las Mujeres y las Familias de cada municipio, espacios que les brindan a las personas total confianza para plantear su situación y recibir ayuda especializada, cuidando la identidad de quien informa.
“Con el asesoramiento jurídico de la Fiscalía, el Tribunal, la PNR, el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social y otros factores hemos atendido no solamente a mujeres, también a hombres y adolescentes buscando una orientación, pero aún tenemos muchas víctimas que callan la violencia, y eso es un tema a seguir trabajando en las charlas, los talleres. En este sentido es vital el rol de la comunidad, que intervengan, socialicen y denuncien estos tipos de casos”.
Gené Sierra insiste que la violencia es también una manifestación delictiva, por eso la FMC y sus Casas brindan apoyo, acompañamiento y orientación, y mantienen sus puertas abiertas a todas aquellas que necesiten ser escuchadas y acompañadas en ese proceso.
No más violencia
Datos ilustrativos sobre la violencia de género en el país informan que, al cierre de octubre de 2023, se reportan 117 hechos por muerte violenta contra la mujer, y las provincias de Matanzas, La Habana, Santiago de Cuba, Granma y Guantánamo las de mayor cantidad de casos.
Ante esa situación, Cuba aplica la política de cero tolerancia, asegura Moraima Velázquez Romero, fiscal jefe en la provincia, quien detalla el respaldo jurídico que tiene esta voluntad estatal, que busca enfrentar la violencia contra las mujeres en toda su amplitud.
“Existe el Decreto Presidencial 198 que contiene el Programa Nacional para el Adelanto de las Mujeres, y recientemente ha sido publicado el Acuerdo 9231, del Consejo de Ministros: Estrategia integral de prevención y atención a la violencia de género en el escenario familiar, con carácter vinculante, que incorpora la actualización de protocolos de actuación de los organismos e instituciones implicados en la Estrategia.
“El Código de las Familias también ubica las cuestiones asociadas a la violencia de género como un aspecto que va a desencadenar un grupo de efectos jurídicos en las relaciones en el orden familiar, en las relaciones entre parejas, vinculadas con el matrimonio, en la unión de hecho, o en el tema de los cuidados”, agrega.
“Incluso, nos nutrimos de experiencias foráneas como la Plataforma de Acción de Beijing, la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible, documentos programáticos para crear las condiciones necesarias para la promoción del papel de la mujer en la sociedad, que integran el macroprograma Desarrollo humano, equidad y justicia social, así como el de atención a las vulnerabilidades que coordina el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social.
“Otras leyes abordan el fenómeno: el Código Penal, pero debe quedar claro que ante todo, lo primero es denunciar el hecho. Debemos dejar de subvalorar los impactos de la violencia; de mantener las víctimas en la mal llamada línea del perdón, esperando a que la situación cambie; el miedo, la desconfianza, el desconocimiento, así como no saber gestionar evidencias para ella, y no autorreconocerse como víctimas, eso también limita nuestro actuar”, confirma.
Claro que la realidad indica que, como sociedad, aún nos falta perfeccionar vías, procedimientos, mecanismos, protocolos de acción en las instituciones implicadas, en la comunidad… todos debemos articularnos conscientemente porque es necesario, urgente, atender con inmediatez, con respeto y sin prejuicios, a las víctimas de la violencia.
No basta solo con identificar, denunciar y castigar, frenar la violencia de género requiere prevención. Las estadísticas que muestran las cifras de personas víctimas de la violencia de género no son solo números fríos, marcan a familias, a hijos, a padres, a la sociedad toda, que se resienten cada vez que suceden hechos de ese tipo, por lo que el slogan Ni una más, no debe entenderse como simple consigna, sino como un llamado a enfrentar este flagelo. No seas una más, haz la denuncia.
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