Jenifer Salmón MondejaEl miércoles 29 de octubre, el huracán Melissa, con categoría 3, atravesó el oriente cubano. La fecha quedará marcada como el inicio de incontables anécdotas sobre uno de los fenómenos naturales devastadores en la región del Caribe. Para Jenifer Salmón Mondeja, ese nombre y esa fecha estarán grabados para siempre en su memoria.

Jenifer, escritora y miembro de la Asociación Hermanos Saíz, galardonada en varios concursos literarios y vinculada activamente a la vida cultural guantanamera, experimentó en carne propia la fuerza brutal de la naturaleza.

“Esta experiencia ha sido muy triste. Al paso del huracán estaba muy preocupada porque habían anunciado que era un meteoro categoría 5, que prometía mucho daño. Eso generó tensión entre la familia por los estragos que podría causar Melissa”.

La joven escritora rememora desde la víspera del ciclón, cuando la preocupación se transformó en acción.

“El día antes me evacué en casa de un familiar de mi pareja, por miedo a la destrucción que provocara el huracán. La estructura de mi vivienda es de madera y techo ligero, no muy resistente frente a los fuertes vientos que se vaticinaban. Decidimos pedir ayuda y refugiarnos en una casa más sólida, en la que aún permanecemos, porque nuestra vivienda no es habitable en estos momentos”.

Como muchos de los miles de evacuados en la ciudad de Guantánamo, Fer, como la conocen en el ámbito artístico, solo pensaba en lo que había dejado atrás, lo que podría haber perdido al paso de Melissa.

“Mientras pasaba el huracán, yo me aferraba a la fe. Quería estar a salvo, que nuestras vidas e integridad física estuvieran intactas, porque al final eso es lo más importante. Esperaba poder ver después el estado de la casa, y rezaba para que no hubiera daños. Lamentablemente no fue así, pero agradezco que estemos vivos”.

Jenifer perdió su vivienda, pero no la esperanza.

“Del Estado espero la ayuda de subsidios para materiales de la construcción, que permitan agilizar el proceso de reconstrucción. Nuestra casa no puede habitarse ahora mismo, por los escombros y el peligro de derrumbe de lo que aún queda en pie”.

La escritora ha seguido los pasos establecidos para recibir ayuda.

“Hemos acudido a las autoridades pertinentes. Contactamos con el delegado de la circunscripción, quien evaluó el caso. Fuimos a la mesa de trámites y estamos a la espera de que la información llegue a las autoridades competentes. En estos momentos aguardamos cualquier tipo de apoyo”.

En medio del desastre, la solidaridad no tardó en llegar. Vecinos, amigos y compañeros de proyectos culturales se movilizaron de inmediato.

“Ya hemos recibido la ayuda y la preocupación del proyecto Café con Tinta, de la Asociación Hermanos Saíz, y de amigos como Daniel Ross, quien me hizo una recarga para que pudiera mantenerme comunicada, fundamental para coordinar los trámites. Estas personas han estado muy atentas. El proyecto Café con Tinta, por ejemplo, destinó su primera donación a nosotros: una suma de 10 mil pesos cubanos, que mi pareja y yo agradecemos infinitamente”.

Más allá de los daños materiales, Jenifer resalta la fuerza que nace del apoyo mutuo, de los gestos cotidianos de ayuda entre quienes comparten el mismo dolor.

En medio de la oscuridad tras el paso de Melissa fueron los vecinos, amigos y desconocidos quienes sostuvieron la esperanza, quienes tendieron una mano y ayudaron a recoger los escombros.

Cada acto de solidaridad, cada gesto, cada llamada o donación, se convirtió en un rayo de luz entre tanta devastación.

Como Jenifer, muchos guantanameros enfrentan hoy pérdidas, pero no están solos, no importa cuán imponentes sean las circunstancias ni cuán devastadores los vientos, el Estado cubano no abandonó a su pueblo y siempre habrá una mano amiga dispuesta a consolar, a compartir el pan, o simplemente, a ayudar a levantar lo que el huracán quiso destruir.

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