Allá en el Oeste de la ciudad de Guantánamo, un hotel se ha transmutado en edificio multifamiliar. El Molino, como muchos le conocen, hace 11 días dejó de ser centro de alojamiento para servir de hogar y dar cobijo a 18 personas que perdieron todo, o casi todo, a causa de los embates del huracán Melissa en la tierra del Guaso.
Estas seis familias provenientes del Norte y Sur de la ciudad recuerdan vívidamente aquellas horas terribles, sin embargo, no arrastran consigo el temor o la nostalgia de lo perdido, al contrario confían en que el futuro les depara algo mejor, fruto del accionar de un Estado que no los deja desamparados y demuestra en acciones su esencia humanista.
Daniela sueña con otro hogar
Daniela Téllez.Daniela Téllez Trepoux mira sentada en el frente del hotel los autos pasar. Suspira y cuenta los días que lleva evacuada, primero en la escuela 14 de Junio, en el Reparto Obrero, y luego, otros más, en este su nuevo hogar.
Daniela no tiene sitio al que volver, perdió su casa con todo. Aquel panorama en su barrio de La Tablita, en Los Cocos (al norte de la ciudad) fue lo más doloroso de ver, incluso peor que las contracciones de sus tres partos, casi seguidos. Ella habla con propiedad.
“Lo perdí todo, la cama, el techo, las paredes, la casa entera… me quedó un celular y algunas cosas que trasladé conmigo: ropas, zapatos… yo no pensé que iba a hacer así tan desastroso. Mi casa era de madera, así que yo amarré el techo bien, porque no tenía de dónde sacar sacos de arena y estaba sola.
“Entre mi vecino y yo le pusimos un alambre de acero por el techo hasta las paredes, como si envolviese un regalo, y coloqué dos palos para proteger una pared que no estaba muy fuerte. Pero no fue suficiente. Aquello acabó, no pensé que tendría fuerzas para seguir hasta que nos trajeron a este Hotel.
“Estamos claros que no es nuestra casa, pero se siente como tal. Nos garantizan desayuno, almuerzo y comida gratis, el agua en las habitaciones, aire acondicionado, muchas tienen refrigerador y avituallamiento, es decir, las sábanas, fundas, toallas… casi todo lo que necesitamos y más.
“Además ha venido mucha gente, de Vivienda, trabajadoras sociales… para ayudarnos con los trámites aquí. De hecho, a mi por ejemplo, me dijeron que lo que se tiene pensado es darme una casa contenedor de las que se hablan en la TV, de 2 a 3 cuartos y que se ubicaría en la comunidad de Casa de Piedra. Yo agradecida, porque será mejor que la mía o que no tener nada.
“Las autoridades del municipio como el vicepresidente de la Asamblea Municipal del Poder Popular, Rider Mastrapa, también pasan por este sitio, para recordarnos que no estamos solos, y vamos a tener solución, que va a tardar, pero tendremos respuesta, quizá a finales de noviembre”, afirma Daniela.
La primera vez de Belkis
Belkis: lo primero que aseguré fueron las cosas de la escuela.Para Belkis de la Caridad Mesa Díaz, estudiante de 16 años en el Complejo Vocacional de Ciencias Exactas José Maceo Grajales, esta experiencia huracanada fue la primera y espera sea la última, al menos como damnificada en la zona Sur de la ciudad de Guantánamo.
“Nunca me había evacuado, y la verdad había tremenda tensión. Los niños pequeños estaban llorando y venían de toda la ciudad; incluso en pleno azote del huracán, con los vientos a punto de reventar los ventanales hubo una persona mayor que quería que nosotros la dejáramos salir.
“La pobre, oía los techos sonando y quiso salir a recoger los suyos. Luego supe que había gente en la calle aprovechándose de la situación, robándose los zines que caían. Fue muy difícil esa noche, no dormimos ni una vez y después, cuando el delegado vino a recogernos para mostrarnos la casa, ahí vino lo peor.
“Yo tuve que entrar a mi casa y al ver como estaba me deprimí. No la reconocía. Apenas quedaba un pedacito de techo. Todo a la intemperie. Mojado o destruido como un cataclismo de esos que se ven en las películas. Gracias al delegado que estuvo ahí en todo momento, con nosotros, desde temprano y rápido nos dijo, ustedes no se pueden quedar aquí, esto no tiene condiciones de vida y nos trajo para el Hotel Molino.
“Por mi parte lo primero que aseguré fueron las cosas de la escuela, y menos mal porque ni la cama se salvó, pero bueno yo sí tenía que seguir estudiando para ser estomatóloga, haya o no haya tormenta.
“Mis compañeros me ha apoyado mucho y en este centro donde estamos también. Cuidan mucho a los menores, no los dejan ir a solos a ningún sitio y eso está bien. Yo estoy muy agradecida con todos. Ellos me dan fuerza para echar pa´lante porque se me cayó la casa pero la vida sigue”, asegura Belkis.
Josefa: a la orilla del río no vuelvo
Josefa: uno no quisiera dejar lo suyo solo, pero la vida vale más.Josefa Gámez Machado vivía en el 17 norte y Beneficencia, más cerca de la orilla del río que de la calle, afirma ella y confirma así el peligro que ahora sabe ello representa.
“La casa tuvo un derrumbe parcial de techo y del caballete. En la revisión de los daños fueron dos especialistas del Consejo Popular y dijeron que mi vivienda estaba inhabitable y tienen razón, porque además parte de la casa está virada también y el río casi inundó mi morada.
“Antes del huracán estábamos claros que había que salir de allí. Somos tres. Mi esposo, mi nietecito y yo, pero como siempre hay un porfía mi esposo quiso quedarse. Es verdad que uno no quisiera dejar lo suyo solo…. Sí, él sí se quedó. Yo sí me fui para un apartamento.
“Quién te dice a ti que como a las 12 de la noche empezó la ventolera, y a caer tejas (de fibrocemento) y cosas. Me lo cuenta mi esposo, que tuvo que salir corriendo de allí.
“Resumen: se mojaron los colchones, la cama… porque sacamos las cosas esenciales, lo que pudimos cargar y lo que los vecinos nos dejaron meter en sus casas, pero ante estos fenómenos a veces no hay donde meter camas, muebles y colchones de lana, por ejemplo, porque son muy grandes y ocupan espacio.
“Esa noche yo tampoco dormí, ni el niño que apenas tiene tres añitos. Eso es algo inolvidable. En casa además se cayó una mata de aguacate, todos los cambutes, aquello fue terrible. Nunca antes había vivido algo así, y yo he pasado en esa casita ciclones, pero este nos convenció que allí en la orilla del río no se puede estar”.
Hasta el momento de la entrevista Josefa Gámez ya tenía informado que se le entregarían seis tejas y el caballete para arreglar su casa, sin embargo la ubicación en esa zona vulnerable obligará a replantear la solución en aras de reducir riesgos de desastre.
El Estado estuvo y está con nosotros
Mariela y su hija en la habitación que hoy les sirve de casa.Mariela Savó Maure residente de Ahogado, entre 6 y 7 Sur, también está entre las evacuadas en el Hotel Molino. Ella agradece la acción del Estado que antes y después del huracán estuvo de su lado, primero informando de la peligrosidad inminente y ahora dispuesto a darle cobijo hasta tanto tenga su casa.
“Ante la cercanía del fenómeno nos evacuamos en la escuela cerca de la casa y ahí estuvimos hasta la mañana, cuando pasado todo, fui a la casa. Allí me encontré con la catástrofe, me llevó el techo completo, derrumbó una pared, se me mojó la cama, la olla arrocera se me echó a perder, la hornilla… la verdad uno no asumió realmente la magnitud de lo que se avecinaba.
“Fue el delegado quien nos hizo comprender que no podíamos quedarnos en esas condiciones en la casa. Velando por nosotros, me agarró y a mis dos niñas para traernos al hotel y desde que estamos aquí hemos tenido un trato buenísimo de parte del director y de todos los compañeros del centro. Por eso, también ayudamos a cuidar las cosas aquí, como si fueran propias.
“Además nos han visitado representantes de Cultura, los CDR, el Sindicatos, los mismos vecinos de la zona Sur, la Federación de Mujeres Cubanas, el Gobierno, el Partido… Ya yo me incorporo mañana al trabajo y lo hago con total confianza porque sé que en medio de las dificultades hay muchos trabajando por nosotros, y con ellos, segura estoy que pronto nos recuperaremos”, dice Mariela mientras su hija la abraza en señal de confort.
Hechos más que palabras
Guantánamo evacuó ante el inminente paso del huracán Melissa más de 150 mil personas entre los diez municipios de la provincia. Esa movilización garantizó que ni una vida se perdiese, durante ni después del meteoro.
La evacuación no fue un proceso sencillo. Autobuses, sistemas de alerta y comunicación, alimentos, combustibles, agua… se destinaron con inmediatez para hacer efectiva la tarea. Ahora tiempo después de declarada la fase recuperativa, el territorio regresa de a poco a la normalidad, pero no para todos.
Estas seis familias, como otras de las provincias Granma, Holguín y Santiago de Cuba, están entre los que les tomará más tiempo volver a su rutina diaria. Es responsabilidad del Estado apresurar ese proceso, para bienestar de esos núcleos (necesitados de un techo propio y seguro) y por lógica económica frente a los desembolsos por la estancia hotelera, que es gratis, pero cuesta.




