Allá, cerca del mar, en el extremo más nororiental de Cuba, en los bellos campos de Baracoa, de vez en vez se puede encontrar en algún bohío, a decenas de vecinos reunidos desde las primeras horas de la tarde y hasta bien entrada la noche, rezando, cantando y tomando chocolate, chorote o café, mientras pagan una promesa, en los que todos en la comarca conocen como la realización de un Altar de la Cruz.
Festividad laica religiosa que desde hace más de 200 años se realizan, fundamentalmente, en las zonas rurales de Baracoa, aunque también en el vecino municipio de Sagua de Tánamo, en los campos de Holguín y otras regiones de Cuba.
El Altar de la Cruz es una tradición que tiene sus orígenes en las regiones españolas de Sevilla, Córdova y Granada, y que toman en tierras baracoanas las costumbres de la región.
Décadas atrás se realizaban los 3 de mayo, pero en la actualidad se hacen en cualquier fecha, fundamentalmente los fines de semana. Es una ceremonia religiosa que se realiza en una casa, donde sus moradores “pagan” una promesa, hecha a favor de un familiar enfermo o cuando se obtiene una buena cosecha.
El Altar de la Cruz se monta en una esquina de la casa, formado de cinco a siete escalones, a los que se les pone una sábana blanca imitando al cielo. Junto a una bandera cubana, una paloma, un barquito, un sol, estrellas y la luna.
En el primer escalón del Altar se pone la Cruz y después la Virgen de la Caridad del Cobre, Patrona de Cuba. Más abajo se colocan las imágenes de otros santos católicos, adornados con flores de papel de distintos colores y en los extremos cadenetas y velas.
Al iniciar la liturgia todos guardan silencio para que el rezador, persona de experiencia que conduce este acto, inicie los rezos, a los que le suceden diferentes cantos que interpretan jóvenes y adultos de ambos sexos hasta llegar a las 12 de la noche.
Desde el siglo XIX durante las guerras de independencia contra el yugo español, estas celebraciones también se realizaban en los campamentos mambises, fue ese momento en el que se introdujo la bandera cubana, la que, desde entonces, está presente en cada Altar.
Como otras muchas tradiciones son nuestros transculturados altares de la Cruz, símbolo de la más auténtica religiosidad y cultura popular, esas costumbres que nos distinguen como nación, y forman ese componente al que llamamos cubanidad.
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