Ernesto Guevara de la Serna, el legendario Che, murió el 9 de octubre de 1967, en La Higuera, una localidad en las estribaciones de los Andes, en el centro de Bolivia. Fue asesinado por militares bolivianos que lo capturaron en combate el día anterior.
Era el mayor de los cinco hijos de Ernesto Guevara Lynch y Celia de la Serna. Descendiente por ambas líneas de acomodadas familias argentinas, desde edades tempranas se interesó por la suerte de los humildes y se comprometería, cada vez más, con las causas justas del planeta. Así, aunque su formación universitaria fue en Medicina, su inteligencia y perseverancia permitieron el desarrollo de un pensamiento social sumamente integral.
Tras conocer en México al núcleo de conspiradores cubanos que se encontraban allá, su vida quedó ligada a la historia de la Mayor de las Antillas para siempre. Fue aceptado como sanitario de la expedición que zarparía en el yate Granma el 25 de noviembre de 1956; pero desde el primer combate, cuando en Alegría de Pío fue herido en el cuello y desafiado por la disyuntiva de salvar la caja de balas o el stock de medicamentos, fue convirtiéndose en lo que llegaría a ser: más que un médico, uno de los jefes políticos y militares de mayor relevancia en la Revolución Cubana.
A pesar de su condición de extranjero, Che ganó la confianza y la amistad de otros prominentes rebeldes en la Sierra Maestra, como Ramiro Valdés, Juan Almeida, Raúl Castro, Camilo Cienfuegos e, incluso, la del principal líder guerrillero, Fidel Castro. Devino el primero de ellos en obtener el grado de comandante y ser designado por Fidel al frente de una nueva columna. Es de suponer que fueron cualidades suyas como la valentía y su preparación política las que propiciaron que le confiaran trascendentales misiones durante la guerra. La campaña invasora en 1958, cuyo protagonismo compartió con Camilo Cienfuegos, y la batalla de Santa Clara contribuyeron al descalabro de la tiranía batistiana.
El triunfo de enero de 1959 no llevó al comandante argentino a la comodidad de las oficinas, a pesar de los múltiples cargos que ocupó, ni lo puso fuera de los peligros que implicaba liderar una joven revolución a escasas millas del imperio estadounidense. Guevara se puso al frente de parte de las defensas del país en los días de la invasión por Bahía de Cochinos, en 1961, y de la Crisis de Octubre, en 1962. Y cuando el 4 de marzo de 1960 se produjo la explosión de La Coubre, que traía armamento desde Europa, brindó asistencia médica a algunas víctimas del estallido en las inmediaciones del puerto habanero.
De Cuba salió en busca de nuevas batallas justicieras en las que participar. Fue al Congo y luego a Bolivia, acompañado de unos pocos guerrilleros de la lucha en las montañas. Allí, en las entrañas del continente, fiel a su sentido de la vida, halló la muerte, solo física, porque dio paso a un símbolo cultural y político de la rebeldía, de lo antisistémico, lo contrahegemónico, de la oposición al imperialismo…
Tomado de Cubasi