Onilda Hidalgo sintió un gran aliciente cuando, entre los raticos que le robaba a su ocupada jornada doméstica, se leía el nuevo Código de las Familias, donde sentía respaldo y protección en la labor desempeñada por una veintena de año: ama de casa.

Y ser ama de casa puramente en Cuba, es ser una mujer ocupada desde las primeras horas hasta las última cada día, con el café madrugador, el desayuno de la familia, el fregado, lavado, preparación de almuerzo, meriendas, comidas, los tradicionales flanes y otras golosinas, la limpieza y planchado de ropa.

Hidalgo contó que además de dar de comer a algunos animales de corral, debía comprar en la bodega, en fin…” todo lo que hace una mujer en la retaguardia del hogar, para que el resto de la familia trabaje o estudie sin preocupación alguna.

“Para mí siempre fue normal que mi esposo partiera a diario a trabajar en el centro porcino y regresara agotado, aunque yo sentía el agotamiento de las tareas hogareñas, pero sin salario alguno, que no fuera el dinero para comprar la cuota alimentaria y uno que otro tinte del cabello u otra necesidad pues dependía de él”.

Ella ha vuelto a leer lo remarcado en el documento sobre todo aquello que dice en el Artículo 4 Derechos de las personas en el ámbito familiar, en específico el inciso efe: “la igualdad plena entre mujeres y hombres, a la distribución equitativa del tiempo destinado al trabajo doméstico y de cuidado entre todos los miembros de la familia, sin sobrecargas para ninguno de ellos”.

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“¿Entonces por qué no recibo ayuda?”, me preguntaba, y a la vez me respondía: Bueno el trabaja mucho en el Porcino”.

Recientemente Onilda consiguió un empleo estatal y trastocó su rutina, porque sintió que mientras ella preparaba el café, el desayuno y el agua para el baño matinal, su esposo que esperaba sentado bien podía hacer alguna de esas acciones, es decir compartir como dice el nuevo Código.

Igual le ocurre cuando regresa en la tarde, “Está como amarrado, no atina a hacer nada ni a poner la cafetera, y yo llego tan agotada como él.

“Ahora yo me duelo de las mujeres, y sobre todo las que tienen hijos y trabajan, para luego asumir las labores de ama de casa solas, sin ayuda de la familia”.

La construcción sociocultural sobre los roles de géneros, en los cuales la sociedad asigna a los varones el papel de proveedor y a las mujeres el de reproducción y cuidadora de hogar y su descendencia, ha afectado la mejor convivencia en las viviendas.

Muchos esposos se desentienden y evitan asumir tareas que consideran femeninas, como resultado de una educación familiar con visos machistas, y por otro lado también los hijos evaden esas obligaciones, pues dedican más tiempo a sus juegos y tareas educacionales.

En el reconocimiento de las familias, el nuevo texto va a potenciar la igualdad de género en el espacio familiar, y a fortalecer la corresponsabilidad para el desempeño del trabajo doméstico y de cuidado, solo así muchas amas de casa recibirán el apoyo necesario, la consideración y respeto por realizar labores disímiles sin recibir remuneración.

De esa forma será mucho más llevadera para las mujeres trabajadoras compaginar sus jornadas laborales con las de ama de casa cuando llegan a sus hogares, como debiera ocurrir con Onilda.

Tomado de ACN

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