CamiloCamilo fue siempre fiel a su origen humilde. Hijo de dos emigrantes pobres españoles radicados en la capital, desde la niñez mostró la personalidad abierta, dinámica y campechana de la mayoría de los descendientes de esta tierra. Fue un criollo auténtico o un cubano de a pie, como se dice hoy.

 

Ya en la juventud era notorio en él su patriotismo, mediante muestras de coraje y rebeldía ante lo injusto y lo mal hecho, el amor por la historia y sus próceres, sentimientos nacidos de la honradez y buena educación cívica inculcada en el hogar. La solidaridad humana y la alegría de vivir, eran su sello.

En la adolescencia participó en protestas populares debido al aumento del costo de la vida, y en 1954 se incorpora a la lucha contra la dictadura de Batista. Fichado por los órganos represivos, sale del país y busca trabajo en Estados Unidos. Tenía 21 años y fue deportado.

De nuevo en Cuba establece nexos más firmes y directos con el movimiento revolucionario estudiantil. Cae preso y es torturado. Al salir de la cárcel, decide optar por el exilio y durante una estancia breve en Nueva York, conoce de los planes de Fidel Castro en México y resuelve marchar a su encuentro en la nación latinoamericana.

Enrolado en la tripulación del yate Granma, salió de la hermana nación el 25 de noviembre de 1956 desde el puerto de Tuxpan. Eran 82 futuros combatientes dispuestos a vencer o morir por la independencia de la patria. El desembarco por Las Coloradas, el 2 de diciembre, y el duro bautizo de fuego de Alegría de Pío confirmaron su decisión de ser fiel a la causa hasta el final.

Reorganizada la diezmada tropa bombardeada por el Ejército, Camilo se destacó en el cumplimiento de múltiples misiones armadas, al mando de Fidel, Juan Almeida y el Che.

Ganó el grado de Comandante del Ejército Rebelde en abril de 1958. Brillaba en tácticas organizativas, ofensivas y como estratega. Más adelante, al frente de la Columna Dos Antonio Maceo, realiza exitosas acciones en los llanos del Cauto, fuera del territorio de la cadena montañosa Sierra Maestra, donde radicaba el Estado Mayor de la insurgencia.

Entre octubre y diciembre de 1958, el Señor de la Vanguardia dirigió combates en zonas apartadas y desconocidas hasta entonces como Seibabo, Venegas, Zulueta —en dos ocasiones—, General Carrillo, Jarahueca, Iguará, Meneses, Mayajigua y Yaguajay.

Tras nueve días de batalla, el sitio de Yaguajay culminó con el triunfo rebelde. Victoria que coincidió con la toma de la ciudad de Santa Clara por las tropas del Che y con la fuga del tirano, el 31 de diciembre de ese año.

Camilo, el Che Guevara, el Comandante Juan Almeida y sus tropas cumplieron la orden del Líder Fidel Castro de marchar con rapidez hacia La Habana. Allí Camilo tomó el Estado mayor de la tiranía, el Cuartel de Columbia.

El 8 de enero arribó triunfal a La Habana la Caravana de la Libertad, que encabezada por Fidel había iniciado su periplo por la heroica ciudad de Santiago de Cuba, en el Oriente, y recorrido casi todo el país.

Camilo se sumergió en la vorágine de trabajo, cambios y ejecutoria emprendida por el pueblo bajo la nueva dirección nacional. Una Revolución que desde el primer día comenzó a hacer realidad su vocación de soberanía, independencia, igualdad y justicia. Estaban empeñados en lograr la república martiana de “Con todos y para el bien de todos”. Un empeño aún vigente.

Su dolorosa desaparición en el mar unos meses después del triunfo enlutó a sus compatriotas, quienes buscaron sus restos afanosamente, de manera infructuosa. Hasta que lo reencontraron de la manera en que vive hoy, con la arrolladora e inspiradora fuerza de su ejemplo y la historia de su vida, disfrutando la transparencia de su imagen, con el infaltable sombrero alón, luenga melena y sonrisa ancha.

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