Melissa 1Ahora entiendo la certeza del nombramiento de aquel clásico de la cinematografía norteamericana: Lo que el viento se llevó.

Lo veo claramente. Lo siento o lo sentí. Más bien lo viví. Esa noche del 28 pa’l 29 de octubre quedará grabada en mi memoria para siempre. Cada sonido del vendaval. Cada gota, zinc, torrencial. Pareciera que mi casa tuviese un corazón y latiese al mismo ritmo que el mío con cada estruendo del huracán Melissa.

No recuerdo cómo fue la experiencia del Mathew o Sandy; en el pasado no creo haber experimentado nada similar. Esa sensación de vulnerabilidad, de inseguridad, ese persignamiento a lo que sea, a lo que venga... aunque en el fondo del alma clamase por fin que todo regresase a la calma. Termina ya. Pasa página. Cruza al mar...

Qué tortura estar entre cuatro paredes cuando afuera se viene abajo el mundo. Qué terrible saber que no puedes hacer nada más que orar y esperar... Orar, aunque no seamos practicantes de ninguna religión, también calma, o entretiene, algo así como meditar, sobre todo a esas horas, en las que uno se pone a pensar, en qué más pudo haber hecho para proteger lo que se tiene o se tuvo. Tantos asuntos pendientes: sacos por subir al tejado, objetos por resguardar o asegurar...

No sé cuántas veces intenté cerrar los ojos, leer, escuchar música, acabar de ver la serie o una película con la carga que logré salvar antes de la desconexión del sistema eléctrico nacional.

Terminé, no obstante, contemplando en silencio el paisaje sonoro del momento (recordé mis estudios de radio y producción audiovisual) mientras la luz de la lámpara recargable se apagaba y con ella mis ánimos de seguir hasta el final el azote de Melissa.

Un pestañazo, dos...otra ráfaga o más bien una cabalgata. ¿Será mi techo el que suena, al que pisan y doblan? Creo que sí. Me paro. No debo. Hay que ser responsable. Me detengo. Me aconsejo. Recuerdo los mensajes que yo mismo compartí en facebook y que casi en un instante ignoro ¿Qué me pasa? ¿Estaré delirando? Me calmo. Ahora sí duermo, o me convenzo a mí mismo de hacerlo, aunque sea un simulacro.

No sé bien cuántas cosas el viento se llevó esa noche o madrugada, además de mi sueño, me aterra la idea de pensar en el duro y largo proceso que implicará recuperar lo perdido.

Mientras, resuena el techo y mis ventanas vibran al compás de los aires huracanados, entonces volví a recordar aquel clásico de la cinematografía norteamericana, y recé, una vez más, a mis adentros, para que la guerra que se libraba afuera contra viento y marea no derribase puerta, no aflojara mis pestillos, no tomase mi vivienda, ni la de mis prójimos.

El bautismo de los vientos

1 OdalisOdaly Duvergel Martínez en sus 64 nunca oyó los vientos sonar tan fuertes. Nos mudamos hace poco para Río Frío, acá en Niceto Pérez, y esto fue como el bautismo en el nuevo vecindario. Pero estábamos preparados, por eso aún cuando la casa es de madera y de zinc resistió.

"Ese día soltamos los puercos para que no estén en el corral encerrados a la merced de los derrumbes ni de los malhechores. Más tarde, como a las 8 pm, nos acotejamos en la casa de visita de la Central de Trabajadores de Cuba en Río Frio, que es de mampostería.

"Allí había un pueblo protegido. Porque por aquí hay bastante casas y su estado constructivo las hacía vulnerables al huracán. Esa noche fue terrible. Imagínense usted, nadie pegó un ojo. Yo por precaución me tomé mi pastilla de la presión para estar sedadíta y con el susto creo que ni efecto hizo.

"Pero peor fue la cosa al otro día. Esa zona es bella, verde y ver la partidera de mata que causó fue horrible, Dios mío. Lo bueno es que nadie perdió la vida ni los animales, todos estaban bien. Hasta la yegua porque nos la llevamos para el centro de evacuación; mi cuñado llevó para allá los bueyes también porque hay corrales.

"La única desgracia fue en la vegetación y bueno la crecida del río que llegó hasta algunas casas pero sin grandes estragos.

"Y lo otro fue la crecida de la presa la Yaya. Yo misma decía que esta presa no iba a coger agua para nada. Si eso estaba que la gente cruzaba de lado a lado, sequito y mira como ha vuelto a coger su volumen y seguro que será muy beneficioso para todos nosotros que no teníamos casi agua", significa Odalis.

Primero nos recuperamos nosotros

2 RiquelmoRiquelmo Tito Tumbarey también vivió junto a Odalis, su esposa, estás horas huracanadas. Recuerda que lo primero fue sacar las cosas más importantes de la casa.

"Es una construcción nueva, de madera, pero que tiene un año y pico de existencia. Estaba fuerte, pero como venía el huracán Melissa no iba a creer en nada, así que evacuamos lo que pudimos.

"Teníamos miedo. Rogamos que el viento no atacara muy fuerte. Que no se vaya a llevar las tejas. Así que las amarramos todas. Y funcionó. La pasamos bastante bien. Porque luego del temporal solo vimos en el suelo bastante gajos en el patio de la casa.

"Ahora estamos limpiando. El tendido, todo el tendido lo reventó y no tenemos corriente, pero como los más interesados en recuperarnos somos nosotros, ya recogimos los cables y hasta empatamos algunos para cuando llegue la corriente, ponerla sin problema.

"En la etapa recuperativa, nos toca además, ayudar a organizar las cosas de los vecinos. No tuvimos pérdida de animales, pero hubo techos que volaron, dos o tres por suerte, así que para seguir adelante nos toca hacer Revolución y dar gracias a que estamos vivos y casi intactos.

"Ah, y hasta con beneficios, porque tenemos más agua porque los ríos de esta zona están todos rebosantes tras la tormenta", concluye Riquelmo.

Instinto de protección

3 YuzmaniYuzmani Viñales Sánchez es débil visual y aunque sus ojos apenas le revelan la magnitud del azote del huracán Melissa, el testimonio de sus vecinos y su experiencia auditiva le bastan para afirmar que "la chica" pasó fuerte e hizo bastante daño en Guantánamo.

"Soy del Sur, vivo en el 3 Oeste entre 13 y 14 sur. Allí he vivido experiencias similares, pero esta fue inaudita. Menos mal que estamos vivos, lo más importante de todo.

"En el Sur la gente se queja que se llevó bastante techo, hay muchas matas en el suelo, cables tirados... yo me imaginé que sería fuerte porque lo venían diciendo. No salí ni un segundo después de las 6 de la tarde, no, apenas me paraba en la puerta y veía cómo las matas se balanceaban, mi instinto de protección me hizo precaver antes que lamentar y mucha gente fue así, por eso no hubo muertos.

"Y por la solidaridad entre vecinos. Yo por ejemplo como mi casa es de mampostería alojé a dos vecinas que vivían en casas que tenían una mata de mango cerca, ¡un peligro!, y las metí en mi casa. Bueno, en efecto, se cayó la mata, pero no arriba de sus casas", apunta.

Estábamos informados

4 CaseroDe increíble califica Jorge Casero García esa noche de martes para miércoles.

"Todo el mundo estaba aterrorizado porque se empezaba a creer que iba a ser la cosa más grande, pero no. Los muchachos fueron los que más se asustaron, pero en general la pasamos tranquilos.

"Nosotros somos cuatro. Yo, mi pareja y dos muchachos chiquitos. Aquí en Rio Frío de Niceto Pérez se evacuó todo el mundo, en escuelas y sitios de mampostería elevados, esperando disciplinadamente el impacto del huracán y que amaneciera, para ver qué pasaba.

"Cuando amaneció, empezamos a caminar, lo primero que uno fue a ver fue su vivienda. La presa, que estaba casi metida en nuestras casas. Algunos techos y matas afectados. pero la vida humana no.

"Lo fundamental era que estábamos informados. Pese a los problemas con la corriente, más o menos por teléfono, y un poquito de conexión sabíamos lo que iba a pasar.

"Así que desde bien temprano estuvimos preparados y alertas, por eso nos salvamos y al igual que la mayoría de nuestros bienes materiales", significa Casero.

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