SoroaDel alma, más que del pausado razonamiento para escribir, nacen estas líneas para el lamentablemente ya desaparecido físicamente periodista Pablo Soroa Fernández, a quien un día con cariño llamé “el más guantanamero de todos los pinareños”.

Comprendo que no deja de ser un atrevimiento de mi parte escribir sobre Pablo, muchos de Guantánamo lo podrían hacer mucho mejor, desde sus experiencias y talento: Agustín Pérez Hechavarría, Elena Baró, Victor Hugo Purón, Reunel Gómez, Leonel Escalona, Omar Ivo Llorente, Leonel Pérez Moya, Yamilka Álvarez, Ariel Soler, Marelis Iznaga, Jorge Luis Merencio, Roberto Peláez, Taimi, Adriel, Lilibeth, son sólo algunos nombres.

Más de 50 años dedicó Pablo Soroa, jornada por jornada, a la labor reporteril, dejando su impronta en periódicos como Juventud Rebelde, Venceremos, y más de dos décadas en la Agencia de Información Nacional (AIN), hoy Agencia Cubana de Noticias (ACN). Trabajos suyos fueron publicados en innumerables publicaciones y diferentes medios de prensa, donde eran esperados, leídos y estudiados.

Con maestría dominaba en la prensa plana todos los géneros, muchos de sus reportajes ayudaron a empujar la historia del Oriente cubano; pero sin dudas era sagaz seguidor de noticias y un excelso constructor de informaciones.

Por sus labor y enseñanzas recibió, en la provincia, merecidísimos lauros, entre ellos el Premio provincial de Periodismo por la obra de la vida José Vázquez Savón, que otorga la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC) en Guantánamo.

Como escribiera la colega Yamilka Álvares Ramos en unas notas tras su partida física: “No escaparon de su pluma acuciosa, culta, y de un impecable estilo, que denotaba dominio del lenguaje y sus más elegantes maneras de redactar, los más variados temas del acontecer provincial de Guantánamo, en especial los de ciencia, economía e historia. 

Si algo faltó en la abundante hoja de servicios de Pablo fue recoger muchos de sus trabajos en un libro, y que se le otorgara el Premio Nacional de Periodismo José Martí, lauro para el que le sobraban méritos suficientes para ser merecedor, y que tal vez su condición de “periodista de provincia” lo impidió.

 Soroa Fernández, fue muy especial en muchos sentidos y de gran importancia para mi generación, los que -al decir de él- llegamos al “periodismo en segundas nupcias".

En lo personal llevaré como lecciones de vida sus correcciones y enseñanzas, las amplias charlas sobre los más variados temas, que viajaban desde un análisis de “Rebelión en la Granja” la controversial novela de G Orwell, el teatro de Brene y su antológica “Santa Camila de la Habana Vieja”, las mejores escenas de clásicos como “El Hombre de Maisinicú o “Memorias del Subdesarrollo”, y hasta del neorealismo del cine italiano, sus escritos sobre la leyenda de “El Pájaro de la Bruja”, y la búsqueda del Carpintero Real.

Siempre, de “Pablo El Grande” recordaré también su figura quijotesca, su amor por Magda, sus despistes, y hasta la forma de sonreír al vernos y preguntarme si yo era ¿el gallo o el majá? refiriéndose a un cuento que le conté y que por su calor no puedo compartir en público.

Por eso me alegró mucho que el retomado Festival provincial de la Prensa Escrita lleve desde ya su nombre.

Pablo Soroa Fernández fue un tipo culto e irreverente con todo, y mucho le deberá siempre a su pluma Guantánamo y el periodismo todo.

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