adolescentes y drogas

La familia, primera escuela de valores, desempeña un papel fundamental en la prevención. 

El consumo de drogas en la adolescencia no es un tema nuevo, pero sí cada vez más preocupante. En una etapa marcada por la búsqueda de identidad, la presión social y la necesidad de experimentar, los adolescentes suelen ser más vulnerables a los riesgos que supone acercarse a estas sustancias. No se trata solo de un problema de salud, sino también de un desafío social y educativo que involucra a toda la comunidad.

La familia, primera escuela de valores, desempeña un papel fundamental en la prevención. El diálogo abierto, la confianza mutua y el ejemplo cotidiano de los adultos son herramientas poderosas para que los jóvenes aprendan a decir “no” en un entorno que muchas veces les presiona a lo contrario. Padres presentes y atentos, más que padres vigilantes, pueden convertirse en ese refugio donde el adolescente se siente escuchado y comprendido.

La escuela, por su parte, tiene la misión de educar no solo en lo académico, sino también en lo humano. Programas preventivos, actividades culturales y deportivas, y un claustro sensible a los problemas de sus estudiantes pueden marcar la diferencia. El aula puede ser un espacio de información veraz y de construcción de valores, donde los jóvenes comprendan que las drogas no ofrecen soluciones, sino trampas disfrazadas de escape.

Efectos de las drogas en los jóvenes:

-Daños cerebrales: alteraciones en la memoria, la concentración y el aprendizaje.

-Salud mental: aumento de la ansiedad, depresión e incluso riesgo de sicosis.

-Riesgo de adicción: cuanto más temprano se consume, mayor probabilidad de dependencia.

-Problemas físicos: afecciones respiratorias, cardiovasculares y hepáticas; retraso en el desarrollo.

-Bajo rendimiento escolar: ausencias, falta de motivación y abandono de estudios.

-Aislamiento social: conflictos familiares, pérdida de amistades y dificultades para integrarse.

-Conductas de riesgo: mayor propensión a la violencia, accidentes o actos delictivos.

Frente a esta problemática, familia y escuela no deben caminar en paralelo, sino unirse. Solo desde la cooperación, el acompañamiento y la coherencia en los mensajes podrán ofrecer a los adolescentes alternativas sólidas para crecer con seguridad y confianza. Porque la verdadera fortaleza de un joven está en sentirse respaldado, amado y orientado en cada paso de su vida.

La batalla contra el consumo de drogas en adolescentes no está perdida. Con información veraz, acompañamiento emocional y espacios de desarrollo saludable, la sociedad puede ofrecerles alternativas reales para crecer libres de adicciones.

 

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