1603 moncada juicioEn la mañana del lunes, 21 de septiembre de 1953, hace 69 años, se inició en la Sala del Pleno del Palacio de Justicia, en Santiago de Cuba, la primera sesión del juicio de la causa 37/53, el más trascendental de la historia republicana.

Entre un centenar de ametralladoras y bayonetas que invadían escandalosamente la sala de justicia, más de 100 personas se sentaron en el banquillo de los acusados, incluidas dirigentes de los partidos políticos de oposición. El menor número, estaban gallardamente firmes, dispuestas a confirmar con orgullo su participación en la batalla por la libertad.

El principal encartado, el joven abogado Fidel Alejandro Castro Ruz, después de una feroz incomunicación, varios intentos de asesinato y de introducir veneno en sus alimentos, es trasladado en esta fecha bajo extremas medidas de seguridad desde la cárcel de Boniato, donde estaba detenido desde el primero de agosto, a la audiencia de Santiago de Cuba.

En aquella sesión fue llamado a declarar y sometido a interrogatorios durante dos horas, contestando las preguntas del fiscal y los abogados de la defensa. Al concluir su declaración como acusado solicitó al tribunal que se le permitiera ejercer el derecho a su propia defensa. Después de alguna deliberación se admitió su petición y pasó a ocupar un asiento entre los abogados, convirtiéndose de acusado en acusador.

Desde aquel momento comenzó a desmoronarse como castillo de naipes el cúmulo de infamias levantadas por el Gobierno, se iniciaba así a decir del propio Fidel, la misión más importante en este juicio, destruir totalmente las calumnias lanzadas contra los combatientes del Moncada y poner en evidencia irrebatible los crímenes espantosos cometidos con los prisioneros de la viril acción.

Después de las acusaciones formuladas por Fidel en las dos primeras sesiones públicas del juicio, el coronel Alberto del Río Chaviano, jefe del Regimiento No. 1, con sede en el cuartel Moncada, comunicó al tribunal que debido a su imposibilidad de disponer de suficiente personal para la custodia y traslado de los acusados, era preciso posponer las vistas del juicio señaladas para los días 24 y 25 de septiembre, maniobra dilatoria para elaborar el plan destinado a eliminar del juicio al principal acusado.

Víspera de la tercera sesión se presentaron los médicos del penal en la celda de Fidel para firmar un certificado acreditando que el jefe del movimiento insurreccional “estaba enfermo” y no podía seguir asistiendo a las sesiones. No es hasta el 16 de octubre que lo vuelven a presentar en una pequeña salita de enfermeras del hospital civil Saturnino Lora, donde pronuncia su histórico alegato de auto defensa, La Historia me Absolverá.

El cuadro social de entonces era desolador: cuatrocientas mil familias del campo y la ciudad vivían hacinadas en barracones y cuarterías, decenas de miles de casas carecían de electricidad.

Fidel dividió el histórico documento en dieciséis puntos, en el segundo de ellos desmenuzó las circunstancias en que se llevó a cabo el juicio, subrayó los desacatos militares al poder judicial, abordó las bases mismas de nuestra existencia como nación civilizada y democrática, definió de manera magistral lo que ha de entenderse por pueblo y sintetizó la lamentable realidad cubana de aquellos días, caracterizada por la incultura, la insalubridad, el desempleo y el analfabetismo crónicos.

A partir de ese juicio se inició un nuevo período de lucha armada, se diseñó un programa con las más importantes demandas de transformación económico-social y Fidel destacó como el organizador de la acción política. El juicio sirvió de experiencia para las futuras batallas del pueblo, iniciándose así una nueva concepción de lucha que creaba las condiciones para el desarrollo de la Revolución.

El Código de las Familias, por el que votaremos el próximo día 25, cumple de manera significativa todo lo que en materia de bienestar, amor y felicidad soñó Fidel en aquel memorable juicio, que cambió definitivamente el rumbo de la historia en Cuba.  

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