Vilman Pupo Cisneros“La idea es elevar nuestra capacidad de almacenamiento a 20 mil kg”, asegura Vilmán Pupo Cisneros. Tras el nasobuco de rigor de estos tiempos, Vilmán Pupo Cisneros, director municipal de Servicios Comunales en Guantánamo, accede a contestar preguntas sobre las reiteradas paradas del Crematorio de la ciudad, a raíz de inquietudes de la población.

Aclara, de primeras, que en estos momentos disponen de combustible, y que ciertamente el incinerador, ubicado en el kilómetro 1 ½ de la carretera hacia Niceto Pérez; se queda eventualmente sin gas licuado de petróleo para brindar el servicio que, asegura, “es cada vez más solicitado por las familias locales”.

Pero no solo la demanda responde el porqué de estos contratiempos, que anteriormente sucedían a finales de cada mes, y en los últimos meses pueden “golpear” en cualquier momento, como pasó durante dos semanas de agosto –esa vez, por déficit de combustible para las pipas, a pesar de la protección a los servicios necrológicos.

Como causa de fondo, el directivo señala la poca capacidad de almacenamiento de gas licuado en la instalación, “que dispone de tres balas o cilindros, uno de 3 mil kilogramos (kg) y el resto de 2 mil, las cuales se llenan –de acuerdo con las normas contra incendios- a un 85 por ciento”.

Esa cantidad es insuficiente para asumir el incremento de las solicitudes de este servicio que, en sus albores, se había preparado para asumir, al mes, un promedio de 33 fallecidos, de acuerdo con la población del territorio y el comportamiento de instalaciones similares en otras provincias.

Peor el escenario cuando a ese por ciento, que en físico son 5 mil 950 kg, se le restan unos 600 que se dejan como reserva ante posibles fallecimientos debido al nuevo coronavirus y otras enfermedades altamente contagiosas, según la norma sanitaria aprobada por el país.

También incide, subraya el directivo, “la tecnología instalada -hornos marca Kalfrisa, de fabricación española, de gran eficacia, bajo consumo y automatizados- la cual deja de funcionar cuando queda poco combustible –menos de mil kg- y baja la presión del gas”.

No influye, asegura, “que desde marzo y hasta hace unas semanas, cuando se prohibió el transporte interprovincial debido a rebrotes de COVID-19 en el país, el incinerador guantanamero asumiera los servicios de Santiago de Cuba, cuyo equipamiento está roto”.

Esa circunstancia ha incrementado las cremaciones en la instalación local a 27 como promedio semanal, y a unas 108, al término del mes. Por cada incineración, en dependencia de las peculiaridades del cadáver, se consumen entre 120 y 130 kg de gas.

“Pero no afecta a los guantanameros, en tanto este crecimiento, fue acompañado de asignaciones superiores del gas licuado que suministra la Unión Cuba-Petróleo, Cupet, a la provincia” –de forma casi proporcional, a juzgar por el tema que nos trajo a su oficina.

“Cuando solo era Guantánamo, recibíamos un carro al mes, y ahora nos abastecen entre dos y tres veces en igual periodo. El problema –el de fondo- es que si tuviéramos más capacidad, podríamos quedarnos con los 14 mil kg de combustible que carga la pipa, y no con menos de la mitad, como ocurre hoy”.

incinerador certificacion

Para evitar los vacíos en lo posible, se perfeccionó el sistema de comunicación entre ambas entidades: “La penúltima de las pipas que llegó al territorio –hace unos 15 días-, fue solicitada una semana antes a Cupet, cuando empezó a bajar el nivel de gas en el incinerador, y la última nos reabasteció incluso antes de agotarse las reservas, como parte de una estrategia reciente de la Empresa Comercializadora de Combustibles”.

Pero la causa de fondo se mantiene. Pocos envases para gas licuado y carros pipa que viajan dos o tres veces por mes desde Holguín o Camagüey –de donde llegó la última carga, ya mencionada-, cuando podrían hacer una sola travesía.

El problema, entonces, trasciende el hecho básico y suficientemente duro de incumplir la última voluntad de un fallecido o el deseo de sus familiares, y se convierte en gasto innecesario para una economía que anda, entre pandemias y bloqueos, con los bolsillos flacos.

No por gusto, el Consejo de Defensa Provincial orientó a Servicios Comunales y al Gobierno en la provincia gestionar la compra de nuevos cilindros en una empresa cubana y, mientras llega la solución definitiva, gestionar con Cupet la recogida de reservorios en desuso en el territorio, que puedan certificarse para reubicarlos en el incinerador.

“Nos harían falta, al menos, incrementar nuestra capacidad de envase a unos 20 mil kg de gas licuado”, insiste.

Según sus cálculos, un viaje de 14 mil kg al mes –teniendo en cuenta la cultura creciente entre los guantanameros de preferir la cremación al enterramiento de sus seres queridos- podría, si no solucionar completamente el déficit, por lo menos “alargar” el servicio hasta los últimos días de cada mes.

Más allá de estas paradas, el Crematorio de Guantánamo mantiene la belleza de sus instalaciones –sometidas a algunos retoques- y la funcionalidad de su tecnología, en tanto mejora la calidad de sus servicios.

En dos años, asegura Pupo Cisneros, el crematorio de cadáveres de Guantánamo solo se ha detenido en dos ocasiones por razones técnicas, “como parte de los mantenimientos programados cada 300 incineraciones”, una práctica que le asegura larga vida a esos equipos donde el cuerpo, literalmente, se convierte en cenizas.

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