reportaje cementerio 1De las bóvedas abiertas o semitapadas emanan nocivos gases al ambiente, provocando malestar a los vecinos.

El cementerio San Rafael, ubicado en el centro-oeste de la ciudad de Guantánamo, es escenario por estos días de una desagradable problemática que afecta a los residentes de los alrededores. La presencia de bóvedas abiertas, que emanan una peste insoportable, alimenta la opinión pública, no solamente en la barriada del 7 Oeste entre Emilio Giró y Varona, sino también en redes sociales, pero sin respuesta alguna por la institución o entidad responsable.

 

La polémica, según el usuario Liuverturys Suárez Bucheró tiene como causa una orden de los propios directivos “no se pueden tapar las tumbas hasta que no se completen los 12 cadáveres en cada una”, y agrega “mientras los jefes, trabajadores y sus familias no se encuentran afectados por la fetidez, los vecinos sufren las consecuencias las 24 horas del día. El hedor afecta los hábitos cotidianos, impide descansar, comer y llevar una vida normal”, enfatiza.

 

También al periódico Venceremos llegaron las quejas, ante lo cual un equipo del medio se aventuró a revelar el claroscuro de la historia, una que tampoco es nueva, pues ya en varias ocasiones se ha abordado la precaria e insalubre situación del camposanto guantanamero, víctima de la falta de recursos y la desatención, aun cuando son bien conocidos los valores patrimoniales del inmueble que no ostenta siquiera la condición de monumento local.

reportaje cementerio 2Margarita Balart Blanco, quien desde el año 1981 vive en los alrededores del Cementerio, asegura que la situación del sitio ha sido pésima siempre.

 

La voz de los vecinos

 

Margarita Balart Blanco, quien desde el año 1981 vive en los alrededores del cementerio, asegura que la situación del sitio ha sido pésima siempre. No es la primera vez que dejan tumbas abiertas, y la fetidez es terrible. Lo peor es que no explican por qué y el problema sigue ahí, afectando el bienestar, por suerte no ha habido enfermos de momento, pero ¿habrá que esperar a que eso llegue?

 

“Ese sitio luce muy abandonado, sucio, feo…, no entiendo cómo alguien puede trabajar en esas condiciones, hay que ser más exigentes y luchar contra lo mal hecho y dejarse de inventar justificaciones”, asevera Balart Blanco.

 

Denia Díaz Creagh se manifiesta molesta por el desagradable escenario que persiste en su comunidad, sobre todo, agravada por la decisión de mantener bóvedas con capacidades de hasta 12 cadáveres. “En la pandemia entendimos la decisión, pero ahora debería reevaluarse, porque hasta que no llenan la capacidad no sellan, y mientras tanto los cuerpos en descomposición están ahí desprendiendo el mal olor.

 

“Nos hemos quejado a Comunales, al propio cementerio, con el delegado, incluso, por la televisión, entonces dicen que resolverán todo, pero realmente sigue lo mismo. Tenemos que permanecer con la casa cerrada, sufriendo los calores, porque si abres al mediodía hasta en la cocina se siente la peste”, dice.

 

Con 13 años viviendo en los alrededores del cementerio, Yeni Legrá Frómeta se cuestiona el sentido de pertenencia y la vocación de servicio público de quienes deben accionar para hacer del camposanto San Rafael el sitio de descanso honorable que debe ser.

 

“Es vergonzoso ver el estado de los nichos, destruidos por el juego de los niños que, incluso, tiran piedras hasta a los propios custodios, pero también porque están mal construidos por la inmediatez y la necesidad de resolver. Y sobre las bóvedas abiertas, yo creo que la solución debe ser sellarlas momentáneamente cada vez que se abran, porque ese mal ambiente no solo afecta a los vecinos sino al propio trabajador. Hay que ser más conscientes”.

 

Los vecinos coinciden en que, en el actual contexto de escasez, la mejor solución al problema es dejar de usar esas bóvedas o, de lo contrario, tomar todas las medidas para no afectar al pueblo, pero ¿qué dicen los directivos?

reportaje cementerio 3Nichos destruidos por el vandalismo.

Otra versión de los hechos

 

Con más de 100 años el cementerio San Rafael es el de mayor capacidad ocupada en la provincia de Guantánamo, de hecho para los expertos ya está colapsado, pues no hay más sitios en sus siete patios, para depositar a los difuntos, sin embargo, sigue acogiéndolos.

 

Darlenis Tito Delgado, administradora en funciones del camposanto, sabe bien la tensa situación de ese centro de más 400 metros cuadrados de superficie y 6 mil bóvedas, afectadas todas como consecuencia del paso del tiempo, los actos vandálicos y el abandono, “sí porque la institución es responsable de la limpieza y orden interno, pero no estamos autorizados a tocar las bóvedas particulares. Cada familia debe venir y atender sus tumbas”, refiere.

 

“La verdad estamos cortos de personal, pero intentamos hacer el mayor esfuerzo con trabajadores de avanzada. Ahora mismo la principal dificultad -que es la que más genera preocupación popular- es el proceso de inhumación y exhumación de cadáveres en bóvedas estatales.

 

“Sucede que esos locales albergan de cinco a 12 difuntos, y nosotros debemos sacar los restos, pero a la vez como estamos en etapa de alza de decesos también enterramos en las mismas bóvedas. Lo establecido es poco a poco ir sellando, pero muchas veces se sobrepasan de la cantidad de fallecidos, y apenas da tiempo a sellar completamente, aun cuando tenemos los recursos”.

 

Tito Delgado explica que en días anteriores los casos de tumbas abiertas fueron debido a la propia dinámica antes dicha (normalmente una bóveda no debe estar más de tres horas destapada), pero eso nunca debió afectar a la población, pues en principio esas labores se realizan en los cementerios cotidianamente, y no hay habitantes cerca que sean perjudicados, claro que el caso guantanamero exige cambiar el proceder, pero ¿cuándo?

 

Además, subraya la directiva, “en el caso de las exhumaciones que realizamos ninguna representa peligro para la salud del pueblo ni los trabajadores, pues no son personas que fallecieron por enfermedades infectocontagiosas (esas deben estar como mínimo cinco años sin tocarse)”.

reportaje cementerio4Tito Delgado, administradora en funciones, reconoce la desventajosa situación agravada por el paso del tiempo, los actos vandálicos y el abandono.

Oscar Jones Carbonell, director de la Unidad Presupuestada provincial de Servicios Necrológicos, aclara a la prensa que la situación que se dio con las bóvedas abiertas por un tiempo superior al debido conllevó a la aplicación de medidas disciplinarias, a todos los niveles, pues nunca debieron dejarse expuestos y al descuido los restos de guantanameros que allí reposan.

 

“Es una política de nuestras instituciones que cada dos años y un día se realicen las exhumaciones de los fallecidos, y así se les notifica a las familias para que acudan. Esta vez coincidió que trabajamos con las tumbas de los que perecieron en la etapa de la COVID-19, que no tenían esa enfermedad sino que fueron víctimas de otras dolencias. Fueron muchos los cadáveres y tuvimos que ingeniar sitios para enterrarlos, por eso este proceso se ha prolongado.

 

“Otro problema es que a veces los familiares no acuden el día que les toca exhumar, y tuvimos que mantener sin sellar completamente las bóvedas a pedido de ellos mismos, porque una vez que se cierran deben esperar dos años más. En el caso de los enterramientos que seguimos haciendo, cumplen un pedido de la población que se niega a llevar a sus difuntos al nuevo cementerio que se erige en Santa Catalina”, apunta Jones Carbonell.

 

El directivo reconoce que el San Rafael no posee todas las condiciones que necesita y señala que la solución al actual conflicto es avanzar en la terminación de los osarios y panteones del nuevo camposanto en las afueras de la ciudad (las normas sanitarias exigen que estén a más de 2 km para evitar el malestar que hoy se genera).

 

“Hemos invertido más de 7 millones de pesos en ese sitio y ya se le está dando valor de uso. No solo enterramos en tierra (que es una crítica que hacía la población), ofrecemos otros servicios más. La idea es descongestionar el San Rafael, aliviar la carga que tiene, y cuando esté listo el nuevo, pues concentrar los esfuerzos en recuperar al viejo camposanto, porque sabemos el valor social y cultural que tiene para Guantánamo”, agrega.

 

Claro que la recuperación del cementerio San Rafael no puede ni es tarea exclusiva de la Unidad Presupuestada provincial de Servicios Necrológicos, eso lo deja claro el historiador de la ciudad de Guantánamo, José Sánchez Guerra, quien conoce que la institución atesora monumentos funerarios como los de las familias Creagh, Rodríguez-Silva, Labarraque, Brauet y Chivás, Salcines...

 

“Allí está la tumba de Regino Boti, y sus hijos: Regino Boti León (gran economista cubano) y Florentina Boti; de intelectuales como Luis Morlote y Francisco Domínguez Pérez; de mártires significativos de la Patria como el líder campesino Niceto Pérez y el dirigente obrero Nicomedes Quiala, además está el panteón de los mártires del M-26-7, por cierto, en muy mal estado, una vergüenza para nosotros”, alega.

 

Ciertamente el Estado por sí solo no puede solucionar todas las dificultades y males acumulados que tiene el cementerio, pero sí le toca prever vías para atenuar los inconvenientes. Reforzar la protección contra los vándalos, mantener la limpieza, el orden y el alumbrado de los pasillos y las calles; trabajar el drenaje que provoca afectaciones más allá de los muros del camposanto, como la fetidez por los gases contaminantes de los cadáveres…

 

Sánchez Guerra sugiere trabajar con la familia, incluyendo las del extranjero, hacer proyectos de salvaguarda del patrimonio…, pues allí reposan los restos de personalidades catalanas, francesas… “Reanimar ese lugar es impostergable, porque su estado dice mucho del desarrollo y el nivel cultural de nuestra sociedad”, concluye.

 

La correspondiente intervención no espera más y de ello la primera demandante es la vecindad.

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