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“Yo quería ser útil y sentirme realizada, y lo logré”, así dice Evelyn Vidal Noa, una chica de 25 años que aunque disfruta de reír, divertirse y compartir con su pareja, lo que más adora en el mundo ahora, es saberse Licenciada en Derecho tras cinco años de estudio y sacrificio.

Surfear entre el mar de las leyes del país, aprender, como un carpintero dominaría sus herramientas, las formas de aplicarlas, era una sensación que como estudiante ya le parecía tentadora, explica esta joven.

Nos encontramos en el Bufete Colectivo de la esquina de Martí y Crombet. Ella en su buró, hasta el tope de papeles, demandas, procesos y leyes, en una cotidianeidad que ella misma reconoce le es tan familiar, como si llevase años de graduada.

Tiene mucho trabajo, el propio y por la coordinación que le corresponde como jefa de un equipo de cinco abogados, pero afirma que es importante que la gente entienda la valía de los jóvenes, y que si ella puede contribuir en ese empeño…

Lo suyo, asegura, fue vocación. “En mi familia no existía tradición jurista, todos eran maestros o médicos pero yo siempre estaba pendiente a las leyes, de la norma, del hecho, de esa universalidad de sus conocimientos pues todo el orden social está amparado por la ley y, bueno, yo tenía que aprenderlo”, apunta.

Así, con esas ganas de “engullir al mundo”, y esa nostalgia que suelen despertar los viejos recuerdos cuando forzadamente nos son traídos al presente, Evelyn nos traslada en su relato a la Universidad de Guantánamo.

De allí nos cuenta del transcurso de su vida en una mezcla entre las horas sin dormir, la preparación constante y hasta el ejercicio ante tribunales en sueños..., con ese perfeccionismo que le impregnaron sus profesores, en el aula, las fiscalías, para lograr la correspondencia entre los saberes adquiridos y el ejercicio profesional práctico, “porque leer de un proceso no es igual que vivirlo”

Y es que la abogacía para Evelyn se ha convertido en una profesión que lo mismo le exige un poco de psicología que de comunicación, para “aprender a lidiar con esos humanos complejos, que no son máquinas, y cometen errores como cualquiera, pero se debe estar preparado para ello”, asegura confiadamente.

En poco tiempo, se ha desempeñado en varias ramas del Derecho desde su graduación en 2013. “Ejercí en la rama civil, administrativa, económica, laboral y penal, esta última finalmente mi favorita”, añade.

Sabe que los abogados penales son incomprendidos, pero cree en las segundas oportunidades. “Cuando interactúas con las personas, comprendes que no todos lo que cometen delitos son delincuentes”, se explica.

Su posición, además, le ha permitido tener una visión privilegiada de la juventud, a la que ella, desde el otro lado del tribunal, también pertenece. “Casi la mitad de los asuntos penales que he manejado involucran a menores de 25 años.

“Muchachos que destruyen sus vidas o quedan marcados por no aprovechar oportunidades de estudio o trabajo y dedicarse al delito. Yo los defiendo porque sé que pueden llevar una vida honrada”, continúa.

Al ver a Evelyn tan segura nadie diría que apenas ayer era una estudiante, con incertidumbres y cosas por aprender. Con ética, respeto, compromiso y mucha dedicación superó cada dificultad, cada escollo.

Evelyn sabe que el secreto del prestigio profesional, está en saber canalizar el ímpetu propio de la juventud, en humildad, trabajo y deseos de aprender.

Cómo no entender entonces a quienes se deciden por su puerta entre tantos otros colegas del ramo disponibles, esperando tranquilamente "por la abogada, la jefa de equipo".

Al momento de la despedida, lucía cansada, ni su última sonrisa logró disimularlo, pero se mantiene. Mientras nos vamos, pide que pase el siguiente.

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