Para un padre, cuando se asume en todo su significado práctico tal condición, resulta difícil hablar de su hijo sin que las lágrimas asomen por la mejilla como espejos para sacar hacia las afuera del cuerpo la realidad que emana de un alma agradecida.
Aprobar las pruebas de ingreso a la universidad, ganar el concurso “Amigos de las FAR”, darle la mano al inicio del curso en su primer trayecto hacia la escuela, las palabras de aliento desde la soledad familiar en un país lejano, cuando la muerte, indecisa, espera a tu lado, son algunas de las pruebas con las que este joven periodista ha tenido que lidiar en los pocos años que lleva ejerciendo el oficio más hermoso del mundo, según el Gabo.
Sin embargo, lágrimas de otro tipo brotaron de los ojos de Marisela Modoy Martínez el pasado sábado, mientras una colega de la radio se atrevió a preguntarle lo que yo no tuve el valor, porque sabía que sus primeras palabras tendrían como sello oportuno el llanto que a mí, pasado similar tiempo, también me embargarían.
Y es que Marisela, al igual que muchos padres en esta Isla que no se cansa de luchar y batallar contra sus obstinados demonios, tiene otros motivos para llorar. Lo hace en primera, porque la vida le dio una hija, a la que ama y a la que hace 10 años, levanta cada mañana decidida a que la sonrisa nunca se desprenda a la fuerza de sus labios ni la música falte a sus intranquilos pies.
También lo hace, porque un único pecho no le alcanza a esta mujer para que el agradecimiento ocupe todo el espacio que se merece dentro suyo, cuando ve que otras personas que no son familia de sangre, pero asumen igual el protagonismo que ese simbólico lazo representa, la ayudan a mantenerse en pie y a no rendirse.
Rosalía Rodríguez Modoy, es su pequeño regalo de vida, y al decir del que la conoce por primera vez, es una niña “que se le escapó al diablo”, porque en su corta década de existencia, la felicidad parece no tener límite, como si no supiera del ébola, la guerra, el hambre, el terrorismo, la muerte…
Diez años de laureles llevan ambas batallando contra la leucemia de Rosalía, aunque a pesar de los buenos diagnósticos y el aliento que reciben del personal médico que la atiende en la sala de oncología del Hospital general docente Dr. Agostinho Neto de Guantánamo, nunca faltan los días oscuros que ponen a prueba los límites de la voluntad humana.
Su historia no es la única, y porque precisamente como persona tenía el compromiso moral de poner todos sus nombres, aún si hubiesen sido más, el mismo temple abraza a Maikel Hele Heredia Román, de tres años de edad, Eric Brozal González (6), Javier Alexandro Rojas Castillo (6), Gelis Núñez Cumbá (9), Yandris Luís Iznaga Martínez (13) y Laritza Founier de la Rosa, que a sus 14 años todavía le tiene miedo a los pony.
Todos ellos, formaron parte del grupo de niños y adolescentes que el sábado pasado disfrutaron de una actividad en las instalaciones del campamento de pioneros Daniel Llosa Preval, perteneciente al guantanamero municipio de Niceto Pérez, como parte de las actividades orquestadas por la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) aquí, para estimular la cotidianidad de niños con leucemia y linfoma, y sus padres.
Auspiciada porla Federación de Mujeres Cubanas, INDER, Organización de Pioneros José Martí (OPJM), las direcciones territoriales de Cultura, Salud pública y Educación, la actividad devino ocasión para que los infantes se bañaran en el área de la piscina, montaran ponys, recibieran regalos e intercambiaran con los miembros de la Colmenita de ese municipio.
Además compartieran emociones con miembros de los equipos de Guantánamo y San Antonio del Sur, que discutían allí, la final de la competencia provincial “A jugar”.
Pero nada reconforma más que ver las sonrisas que se apoderaron de los espacios más recodos del campamento pioneril, y al final del día un gracias, que se hizo eterno en boca de los padres, quienes saben que no luchan solos contra los fantasmas que a cada hora circundan sus cabezas y la de sus hijos.