combatientes el salvadorFelo Peña –a la derecha- y José Miguel Gorbacho combatieron bajo las órdenes de Efigenio Amejeira.

Todo ocurrió de repente en el cine-teatro de El Salvador, en el municipio homónimo. Esta vez no se escucharon disparos; ni siquiera hubo resistencia. Pero rendición sí. Fue inevitable rendirse.

Aunque sesenta años no pasan inadvertidos; y pese a que los asaltantes ya no tienen la vista de águila, ni el oído de lince, ni la pericia guerrillera adquirida en las lomas del Segundo Frente Oriental Frank País, ellos estaban de vuelta para avivar la llama de la memoria.

 

Eran dos, en representación de aquellos audaces, cuyo asalto al cuartel de la tiranía batistiana estremeció el amanecer de un antiguo día de noviembre, para espantar los motivos que le daban nombre al batey: Soledad, entonces parecía una inscripción del olvido y la indiferencia.

 

Felo y José Miguel son octogenarios, pero ahora sorprendieron con otro asalto. Éramos cerca de trescientas personas atrincheradas en el interior del recinto, en espera del abordaje inminente; y nadie pudo evitar la sorpresa.

 

Yo escuchaba las vivencias de Dania, una salvadoreña que, minutos después, recibiría allí mismo su carnet de militante del Partido Comunista de Cuba. La joven disertaba sobre el ataque al antiguo cuartel Soledad –hoy Museo Álex Urquiola. Ofrecía pormenores de la ofensiva rebelde sobre la guarnición; de los tres batallones que la rodearon comandados por Efigenio Ameijeira; del intercambio de disparos, y del bombazo previo a la rendición… Ningún detalle del trascendental acontecimiento parecía escapar en el relato de la mujer.

 

Con idéntico orgullo, la joven se refería a los dos años que estuvo en el Regimiento Femenino; también hablaba de su vida laboral, de su responsabilidad al frente de una institución estatal, y del soldado rebelde que fue su abuelo paterno. La herencia, la raíz, el rumbo de mi interlocutora afloraba en el diálogo cortado por la irrupción de los asaltantes. Me tomaron desprevenidos –guerrilleros al fin…

 

Una ovación larga, atronadora, vibrante, me sacó de la plática, cuando los héroes estaban a pocos metros de la multitud en la que yo me encontraba. Los vi acercarse sonrientes, con pasos dificultosos y los pechos repletos de distinciones y orgullo. Sus ojos, en pugna con los demonios del tiempo, jamás se apartaron del auditorio cuajado de juventud; quizás buscaban los herederos de un sueño.

 

A sus manos callosas, laceradas, enaltecidas por el fusil y el trabajo, las vi temblar de emoción más que de ancianidad. Igual temblaron las mías aferradas al lente, cuando apuntaba a esos hombres dotados como de algún poder que ellos mismos no percibían desde su humilde heroicidad.

 

Intuyo que sus vidas están conectadas al siglo y medio de nuestras luchas; que hay algún nexo entre la existencia de esos dos guerrilleros, el Tierra o Sangre de Lino de las Mercedes, y la liberación de Cuneira.

 

Sí. La huella de estos cubanos algo tiene que ver con las victorias que vienen, y con las más recientes alcanzadas por Cuba: la del primero de noviembre contra el bloqueo, en las Naciones Unidas; la consulta democrática que acabamos de concluir; la respuesta a las bajezas de Bolsonaro.

 

Vendrán otras: el homenaje a Fidel el cercano día 25, y la conmemoración del levantamiento de Ermita. Noviembre es un mes de victorias, y todas llevan la impronta de hombres como los protagonistas de este relato.

 

Ante su ejemplo haré siempre una reverencia. Porque Felo Peña y José Miguel Corbacho, son de esos patriotas a los que Martí les llamó “titanes…monumentos que andan”.

Comentarios   

0 #1 victor 20-11-2018 23:12
muy emotiva la crónica del colega....!!! es como irse con la noticia por el camino del corazón....!!!
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