AmaliaAmalia Rodríguez Rodríguez.Ellas andan de prisa, apenas descansan, con los ojos fijos en las máquinas de coser van uniendo los trozos de tela con cuidado, nadie las obliga, todo el esfuerzo es fruto de la voluntad, de la determinación: elaborar 3 mil nasobucos (o más) para donarlos a las instituciones y la población, como parte de la campaña de prevención contra el nuevo coronavirus que azota al mundo.

Una mujer sencilla y tímida llamada Amalia Rodríguez Rodríguez, lidera el colectivo de costureras que lleva como nombre Amatex, subordinado al Fondo Cubano de Bienes Culturales (FBC) y ubicado en la calle San Lino, entre Mármol y Varona, en la ciudad de Guantánamo; hasta allí llegó Venceremos.

Dice Amalia que lleva más de 30 años como artesana, y aunque parte de ese tiempo fue responsable de un almacén del FBC, ella prefirió siempre identificarse con las agujas e hilos. De hecho por eso hace cuatro años creó su propia mini empresa, primero pensada como negocio familiar y ahora devenida en grupo de creación artística y confecciones textiles, con 10 mujeres contratadas.

“Producimos cortinas, juegos de sobrecamas, mantelería, medios de protección, batas sanitarias, gorros para cocineros… con alta demanda, pero desde hace 15 días decidimos posponer todos los compromisos con las empresas de Ferrocarril, la Construcción, Aprovechamiento Hidráulico, Servicios Técnicos y Personales del Hogar, Materia Prima, porque la prioridad era hacer los nasobucos”, afirma Amalia.

“Hasta la fecha elaboramos unas 2 mil piezas distribuidas en centros de la Salud, Cultura, y también por el barrio”, explica, mientras me señala otro bulto terminado y articula unas palabras que apenas entiendo por el incesante ruido de la maquinaria, pero las puedo imaginar: ¡si depende de esas cubanas en esta parte del archipiélago el coronavirus no hallará terreno fértil!

amalia 2Las costureras laboran ocho horas y hasta más para entregar con prontitud los 3 mil nasobucos comprometidos.

Largas han sido las horas de trabajo para los miembros del grupo creativo, quienes incluso han cedido los fines de semana en casa, tiempo para el ocio y el compartir en familia, y en su lugar se disponen a cumplir el cometido.

“Esta es una apuesta por la salud, una inversión que tenía que hacer, porque veía como en el mundo enfermaban y morían tantas personas, yo no podía permitir que tal tragedia pasara a mi alrededor, por eso me fui para La Habana a comprar los insumos (al precio que fuera) y traerlos para comenzar a tejer” comenta Amelia y me enseña una muestra del producto.

“Acá hacemos los nasobucos con tela de poliéster y elásticos, pues probamos su efectividad en los laboratorios de Higiene y Epidemiología de la provincia. La elaboración no ha sido un proceso complejo, aunque tengo ahora dos trabajadoras enfermas y para mantener la entrega estable, hasta yo me he sentado a coser”, apunta la guantanamera, quien minutos antes me hablaba de sus múltiples alergias, agravadas ahora por las extendidas horas de trabajo.

Amalia tiene 55 años, dos hijos (uno de ellos actualmente en Madrid, España), un esposo, un hogar que atender, sin embargo nada le impide de ocho de la mañana a cinco o seis de la tarde, entregarse por completo a la nueva misión que decidió asumir; y sorprende más, ver junto a ella, a sus consagradas compañeras, provenientes del Caribe, el Sur, quienes deben ir y venir (a veces a pie) en medio de la compleja situación con el transporte y el aislamiento social para evitar la COVID-19.

Son féminas dignas de alabar, sí, porque demuestran que en tiempos difíciles la solidaridad en Cuba puede venir de cualquier sitio, incluso desde detrás de una máquina de coser.

Comentarios   

0 #1 Mimisma 02-04-2020 16:02
Aplausos para ellas también.
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